El papa Francisco llegó este viernes a Marsella (sureste de Francia) para alertar del drama que viven los migrantes en el Mediterráneo, en pleno debate en Europa sobre la acogida de refugiados.
El avión papal aterrizó hacia las 4:00 de la tarde (hora local) en el aeropuerto de la segunda ciudad de Francia. La primera ministra, Élisabeth Borne, y cuatro niños vestidos con trajes tradicionales acogieron al pontífice argentino, de 86 años, que se desplazaba en silla de ruedas.
El viaje es muy esperado por los migrantes y las asociaciones que los socorren en el mar, como la oenegé SOS Méditerranée, que espera “palabras muy fuertes” del papa y que su “voz pese mucho” en el actual debate.
“Espero tener la valentía de decir todo lo que quiero decir”, reconoció Francisco ante los periodistas que lo acompañaban a bordo del avión papal.
Desde Venezuela a Centroamérica y México, pasando por Estados Unidos, África y Oriente Medio, los migrantes son una prioridad para el pontífice, que suele expresar el dolor por las tragedias que sufren.
El papa rendirá homenaje a estos migrantes muertos en el mar ante un memorial próximo a la basílica de Notre Dame de la Garde (Nuestra Señora de la Guarda), en uno de los momentos más esperados de su viaje.
“Hay sufrimiento”
Tras una plegaria en la basílica, conocida como la “Buena Madre”, se recogerá hacia las 18H00 (16H00 GMT) ante el memorial con vistas a un mar Mediterráneo que ya contempló en pasadas visitas para pedir la acogida de migrantes.
A los pies del imponente campanario coronado por una estatua de más de 11 metros de la Virgen con el niño Jesús en brazos, los invitados a las ceremonias previstas esperaban impacientes la llegada de su líder religioso.
“Es estupendo ver al papa venir a presentar sus respetos ante el momento que hemos erigido”, dijo a AFP Gérard Pelen, miembro de la asociación católica Stella Maris, expresando su “conmoción” por lo que ocurrió esta semana en Italia.
Miles de migrantes llegaron días atrás a la isla de Lampedusa, lo que obligó a la Unión Europea (UE) a adoptar un plan para ayudar a Italia a gestionar esta ruta migratoria procedente del norte de África.
Preguntado por ello, el papa, cuyo primer viaje como pontífice fue a Lampedusa y visitó también centros de migrantes en Grecia, lamentó la “crueldad” y “falta de humanidad” que se vive en el Mediterráneo.
Pero, en una Europa donde la acogida divide y enfrenta a gobiernos, la ultraderecha y la derecha conservadora, que advierten de una supuesta “invasión” migratoria, critican que el pontífice hable tanto de los migrantes.
Boubacar (pseudónimo), que llegó a Marsella hace diez días, recuerda las dificultades que tuvo que atravesar antes de desembarcar en Lampedusa: “Pasamos 24 horas en el mar sin comer, sin beber, sin hacer nuestras necesidades”.
“Habemus papam”
Francisco ya advirtió que su viaje no es una visita oficial a Francia, sino que busca clausurar un encuentro entre obispos y jóvenes del Mediterráneo, con las desigualdades, el diálogo interreligioso o el cambio climático en la agenda.
Su 44º viaje apostólico al extranjero y el primero de un papa a Marsella desde 1533 suscita un gran interés pese al declive del catolicismo en Francia, país laico desde 1905 y donde las acusaciones de abusos sexuales en el seno de la Iglesia aceleraron la crisis.
Se esperan miles de fieles en las calles de esta ciudad cosmopolita, donde vive un gran abanico de comunidades y religiones, especialmente el sábado, cuando está prevista una misa ante casi 60.000 personas en el estadio Velódromo.
Jorge Bergoglio recorrerá primero la gran avenida del Prado en su “papamóvil” para que la multitud pueda saludarlo, antes de la ceremonia en el estadio a la que asistirá el presidente francés, Emmanuel Macron.
Su presencia desató críticas de la oposición de izquierdas, que considera que Macron “pisotea” la neutralidad religiosa. El papa y el mandatario también tienen previsto conversar en privado el sábado.
Con información de AFP