Este miércoles quedó demostrado que nuestro presente está atrapado entre dos realidades que se repelen entre sí. Una de ellas busca por medios pacíficos y civilizados recobrar la vigencia de la democracia como forma de gobierno, regida por una Constitución que fue debatida y votada por una mayoría de los ciudadanos. La otra siempre se planteó no solo llegar al poder, sino no entregarlo jamás aunque tuvieran que patear la propia carta magna que ellos mismos habían propuesto y jurado respetar.
A partir de ese propósito fundamental de mantenerse en el poder a toda costa (no tomaron en cuenta la salud del héroe y la avidez de los gusanos) fueron trasquilando la Constitución, incluso antes de que apareciera publicada. Sobre la marcha cambiaron, tacharon, agregaron y manipularon a su antojo lo aprobado. Desde luego, la intención era convertir una democracia alternativa en una dictadura disfrazada que permitiera elecciones pero que impidiera cambios rotundos en el mando presidencial.
En esta fase estamos hoy cuando la gaveta de trucos, zancadillas, cartas marcadas y demás artimañas propias de un casino en Las Vegas se le está quedando vacía al señor Maduro y a su camarilla civil y militar. De allí que, de ahora en adelante, el juego madurista no admita más que violencia y muerte contra sus adversarios, así de simple y de cruel. Lo que vimos ayer durante la prolongada y vigorosa marcha es la muestra de lo que ellos piensan establecer como forma permanente de enfrentar las manifestaciones pacíficas y democráticas de la oposición.
Ya no les importa ocultar que han llegado a una etapa en que los votos se les escapan, que regalar comida, entregar una vivienda a medio hacer y anunciar aumentos de sueldos no paran la sangría de deserciones en sus filas y que, poco a poco, el país los va rechazando para siempre. Les quedan las armas, el terror, la presencia militar en cada rincón y los peligros que ello conlleva, pues es un arma de doble filo. No olvidemos las masacres de Barlovento y de Cariaco, cometidas por miembros del ejército, sin que existiera provocación o ataque alguno de parte de los inocentes civiles que luego fueron fusilados y enterrados en secreto.
Estos crímenes por parte de las fuerzas que obedecen al señor Maduro no van a cesar tan fácilmente pero serán derrotadas como lo han sido en otras etapas de nuestra historia, o en otros países donde los dictadores (verdaderos ladrones de los dineros del pueblo) han tenido que huir dejando atrás, sin nadie que los defienda, a los grupitos de pendejos que se creyeron el cuento de que el poder es inmortal. Vean hacia Rusia, Alemania Oriental, Chile, Argentina, Brasil, Perú, Panamá.
Un gobierno que para mantenerse en el poder contrata malandros, los arma y entrena para que maten a los ciudadanos no hace otra cosa que buscarse su propia muerte. Estas bandas criminales son simplemente mercenarios y son leales a quien mejor les paga. Pasan de un bando al otro sin mirar mucho.
Ayer mataron a Paola Andreína Ramírez, de 23 años de edad, en una plaza de San Cristóbal, y aquí en Caracas las bandas criminales del oficialismo asesinaron al joven Carlos Moreno, de apenas 17 años. Estaban desarmados y no significaban peligro alguno para nadie.