El féretro de Benedicto XVI, fallecido el sábado a los 95 años, fue transportado este jueves al término del funeral presidido por el Papa Francisco al interior de la basílica de San Pedro para su sepultura.

El sobrio ataúd de madera de Joseph Ratzinger salió de la plaza de San Pedro entre los aplausos de los fieles y será enterrado en la cripta donde descansó Juan Pablo II hasta su beatificación en 2011, fecha en la que su ataúd fue traslado a una capilla de la basílica.

El papa Francisco realizó previamente la misa solemne por el funeral de Benedicto XVI ante miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, una ceremonia inédita en la historia moderna de la Iglesia católica.

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El ataúd de madera donde yace el cuerpo de Joseph Ratzinger, que lleva encima una copia de los Evangelios, fue colocado en el altar instalado en el atrio de la basílica, desde donde presidió la misa en silla de ruedas el papa Francisco.

La presencia de un papa en el funeral de su predecesor es algo poco común en la historia reciente. Francisco estuvo rodeado por cinco cardenales en el altar que domina la inmensa explanada.


Entre los fieles figuran muchos sacerdotes y monjas, quienes hicieron fila para entrar desde la madrugada a la plaza. Las exequias del pontífice alemán, quien renunció al trono de Pedro en 2013 tras 8 años de pontificado, serán "solemnes pero sobrias", había adelantado el Vaticano, tal como era su deseo.

La ceremonia comenzó a las 9:30 y, además de cardenales y religiosos de todo el mundo, asistieron varios jefes de Estado y de Gobierno, incluido el canciller alemán Olaf Scholz. Solo dos delegaciones, de Alemania e Italia, fueron invitadas oficialmente por la Santa Sede, pero muchos líderes políticos, dignatarios, religiosos y monarcas de todo el mundo han confirmado su presencia a título personal.

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Entre ellos figuran el rey Felipe de Bélgica, la reina emérita española Sofía, los presidentes de Italia, Polonia y Togo, así como el canciller colombiano Álvaro Leyva. 

En total, 195.000 personas desfilaron durante tres días, de lunes a miércoles, ante los despojos de Joseph Ratzinger, cuyo cuerpo yacía en un catafalco cubierto por una tela dorada, rodeado por dos guardias suizos vestidos de gala, frente al altar mayor de la basílica de San Pedro.