Aunque no producirán cambios estructurales en el régimen político imperante en Cuba, sumida en una profunda crisis económica y social, las históricas manifestaciones registradas esta semana en la isla sí serían un gran paso hacia transformaciones fundamentales para recuperar el derecho a una vida digna por parte de sus habitantes.
Analistas consultados por El País coinciden en señalar que si bien las protestas no concluirán en una transición hacia la democracia, como se esperaría, han comenzado a generar cambios importantes en temas como nuevos liderazgos sociales y reivindicación de libertades individuales y de Derechos Humanos.
De igual forma, han dado paso a reformas económicas necesarias, las cuales ya fueron anunciadas por el gobierno de Miguel Díaz–Canel, heredero en el poder de Raúl Castro.
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Sin embargo, el politólogo cubano Pedro Pablo Aguilera afirma que la represión va a continuar por parte del régimen, que además estaría manejando una doble agenda. “Una agenda de represión porque está siguiendo el mismo esquema de los gobiernos de Venezuela y Colombia, que buscan que la protesta se desgaste y se agote en sí misma”, indica.
Esa represión, sostiene el docente radicado en Colombia, tiene tres frentes internos: a los periodistas independientes para que no se conozca lo que está pasando en Cuba y a los líderes sociales, en segundo lugar, pero también a un nuevo liderazgo que está surgiendo en la isla y que “es una de las resultantes más importantes de este levantamiento popular en la isla, donde además han quedado en crisis las organizaciones políticas tradicionales”.
Estos nuevos liderazgos, asegura Aguilera, tendrán un impacto a mediano plazo en la realidad cubana.
Pero por lo pronto el analista califica la decisión de Díaz-Canel de permitir el ingreso de maletas con alimentos, medicinas y otros implementos básicos de la canasta familiar como una estrategia “maquiavélica”, porque terminará por generar divisiones entre los cubanos isleños y los exiliados.
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“Esto es una trampa que va a provocar, por un lado, dividir a la sociedad cubana internamente entre los que reciban maletas y los que no, porque no todo el mundo tiene familia en el extranjero”, explica Aguilera.
Por otra parte, anota, también generará una división en el exilio cubano. Esto es, entre los van a decidir mandarle víveres a sus familias y los que no. “Ahora, los que éramos mercenarios vamos a ser colaboradores del régimen, porque el que mande dinero o comida le va a quitar la presión de la responsabilidad al Gobierno. Esto es maquiavélico”, enfatiza.
Lo que se está proponiendo, insistió el politólogo, es un canje: maleta por libertad.
“Tengo que ser muy sincero, mi deseo es que la gente continúe, que quiera un cambio real, pero, por otra parte, la experiencia me dice que Cuba es como Venezuela, y creo que lamentablemente va a haber un desgaste, como pasó también en Colombia”, señala Aguilera.
Se rompió un paradigma
Para María Teresa Aya, coordinadora de la maestría de Asuntos Internacionales de la Universidad Externado, lo más importante de las manifestaciones que tuvieron lugar el pasado domingo en la isla es que rompieron el paradigma de que en Cuba no podía haber protestas. Pero también destaca que aunque el presidente Díaz–Canel empezó diciendo “nos vamos a enfrentar a los manifestantes”, rápidamente tuvo que cambiar su postura.
“Aquí vienen las semillas de lo que puede o no pasar, teniendo en cuenta que el domingo el Presidente dijo cosas como que las protestas son tal vez un síntoma y que hay que estudiarlas a fondo. Y generó los topes salariales para las empresas estatales, que son cosas que no se esperaban antes”, expresa la analista política.
Asimismo, anota que el Mandatario autorizó la migración de los isleños sin que perdieran la libreta o pasaporte que servía para adquirir comida únicamente en sus sitios de residencia.
Sin embargo, califica de “pañitos de agua tibia” las decisiones adoptadas por Díaz–Canel, considerando la hiperinflación del 2300 % que sufre Cuba, la crisis sanitaria por cuenta de la pandemia del covid y la crítica situación tanto de las pequeñas y medianas empresas como de los agricultores que no tienen infraestructura para transportar ni vender sus productos alimenticios.
En cuanto a si habrá un cambio real en el régimen político, Aya explica que estos suelen ser impulsados por los jóvenes y la isla tiene una población envejecida: El 60 % de sus habitantes son mayores.
“Por eso, empujar un cambio político, lo veo muy difícil. Ahora, si Díaz–Canel no hace ajustes económicos urgentes, el tema se le puede complicar, pero de ahí a que haya un cambio de Gobierno, no”, reitera.
Sin transición política
Arlene Tickner, profesora de la Universidad del Rosario, explica que el Gobierno cubano se ha mostrado particularmente resiliente en términos de acomodarse a las protestas, reprimirlas o canalizarlas adoptando algunas medidas que en apariencia dan respuesta a las demandas, pero “realmente no redundan en una transición política o una democratización genuina”.
Son los isleños, dice, los que tienen que resolver la situación sin injerencia, sobre todo de los cubanos residentes en Estados Unidos, puesto que los reclamos de los que se quedaron no necesariamente coinciden con las pretensiones de aquellos.
De otro lado, la analista política subraya que la decisión del Gobierno de flexibilizar las reglas de juego en torno al uso del celular, que ha sido fundamental para entender los movimientos sociales que se están viviendo hoy en Cuba, es una estrategia para evitar una explosión social.
“Es de esperar, por su carácter de régimen, medidas similares que buscan conceder ciertas prerrogativas a quienes están en las calles, sin entrar a aceptar una conversación sobre la necesidad de una transición política. Así no es cómo se va a dar la transición en Cuba, si es que se da”, plantea Tickner.
Y reitera: “Obviamente que todos esperamos que en algún momento de la historia haya una democracia en Cuba, pero así seguramente no va a ser el proceso. Será un proceso controlado, gradual, con retrocesos y avances, como hemos visto en otros lugares del mundo”.