Carpas vacías, botellas abandonadas y un gran altavoz. Una exposición temporal reconstruyó en Tel Aviv el escenario del festival atacado por Hamás el 7 de octubre, para conmemorar a las 364 personas abatidas ahí por el grupo islamista.
Los familiares de las víctimas fueron invitados a ver el homenaje antes de su apertura al público el jueves. Mientras caminaban por la inmensa sala sumida en la oscuridad, algunos rompieron a llorar.
La muestra, creada por los organizadores mismos del festival Supernova, se titula 06:29, en referencia a la hora en que sonaron las alarmas.
En una pantalla, los organizadores decidieron proyectar los nombres y las fotos de cada una de las 364 víctimas.
A unos metros, los objetos no reclamados del festival: zapatos, sobreros, lentes, perfumes o llaveros. Decenas de prendas cuelgan de perchas, como si se tratara de una funesta tienda.
Los familiares que encuentren un objeto que pertenecía a su ser querido podrán reclamarlo.
Entre los padres de luto estaba Amit Zender, de 63 años. Su camiseta llevaba la foto de su hija Noa, junto a las fechas “2000-2023″.
“Vine a ver a qué se parecía el festival donde murió mi hija”, contó.
Zender está a favor de que se abra un “museo permanente” que cuente la terrible jornada del 7 de octubre, en la que milicianos islamistas mataron a cerca de 1.200 personas en el sur de Israel, la mayoría civiles, según las autoridades israelíes.
“El día más difícil”
Más de 3.000 personas acudieron al festival de música en el desierto del Néguev, a cinco kilómetros de la Franja de Gaza.
Durante horas, persiguieron a los asistentes que trataron de escapar o se escondieron en refugios improvisados. Los milicianos secuestraron a cerca de 40 personas y se los llevaron a la Franja de Gaza.
Tras el ataque, se dejó al lugar intacto durante varios días. A lo largo de cientos de metros había decenas de vehículos carbonizados, tiendas, sacos de dormir, ropa y zapatos.
Al lado, una barra con restos de lo que parecía ser una fiesta. Y alrededor, vehículos quemados y baños móviles con impactos de bala.
Nitzan Schlesinger, de 27 años, aseguró que la exposición le brindó una oportunidad “para mantener el contacto con otras familias que vivieron lo mismo”.
Su padre Assaf Schlesinger, que era rescatista, “cuidó a los heridos” antes de ser abatido por los atacantes, contó.
Ver la exposión fue una experiencia difícil para los familiares, según contaron.
“Mi hermano Idan Dor, de 25 años, fue asesinado en esta fiesta y tardaron ocho días en anunciarnos que había muerto”, dijo.
“Amaba bailar, apenas había empezado su vida, quería paz”, recordó.
“Venir aquí esta noche fue tal vez el día más difícil después de su muerte, porque vi su nombre en la entrada, los restos de vehículos (...) todo se concretiza”, explicó la joven, con lágrimas en los ojos.
En la salida de la exposición, un cartel reza en inglés: “Volveremos a bailar”.
*Con información de AFP.