El debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump fue una clara demostración del profundo choque de estilos y visiones que define la política estadounidense.

La elección de Filadelfia como escenario de la discusión no fue accidental; esta ciudad es fundamental en Pensilvania, un estado péndulo crucial para asegurar la Presidencia. Desde 1948, ningún demócrata ha llegado a la Casa Blanca sin ganar en ese estado.

Con sonrisas irónicas de ambos lados, Harris aprovechó la oportunidad para consolidar su postura ante los votantes indecisos, mientras Trump intentó —sin mucho éxito— asumir un tono más moderado, alejándose de los ataques racistas y sexistas que han marcado sus campañas anteriores.

Kamala Harris durante el debate contra Donald Trump. | Foto: AFP or licensors

En varios momentos, el republicano intentó extraviar la discusión hacia la inmigración, un tema que las encuestas señalan como un punto débil para la Vicepresidenta. Aunque sus afirmaciones, como que “la mala inmigración perjudica a la economía”, carecieron de fundamento, entre líneas se percibe que para Kamala este es un asunto clave para impulsar sectores estratégicos, al abogar por políticas que equilibren seguridad fronteriza y oportunidades laborales especializadas.

A medida que avance la contienda, es probable que el hecho de que Trump sea el primer expresidente en la historia de Estados Unidos condenado por un delito grave y con cuatro juicios abiertos inquiete más en la opinión pública. Sin embargo, a poco menos de dos meses de los comicios, lejos de frenar sus aspiraciones políticas, esta situación parece fortalecer su conexión con un núcleo de votantes que priorizan su retórica de “hombre fuerte” sobre cualquier consideración legal o ética.

Donald Trump trató de atacar a Kamala Harris, pero no logró descontrolarla. (AP Photo/Alex Brandon) | Foto: Copyright 2024 The Associated Press. All rights reserved.

Desde el inicio, Harris apeló a su historia de superación y coraje, conectando con una audiencia que la ve como un soplo de aire fresco en la política estadounidense. No es menor que, desde su nombramiento oficial como candidata, haya recaudado más de 500 millones de dólares para su campaña, revitalizando a un Partido Demócrata que urge de renovación.

En política internacional, la actual Vicepresidenta mostró ciertas inseguridades, pero en el terreno de las políticas sociales se desenvolvió con la seguridad de una jurista que ha estudiado a fondo los problemas del país. Sus principales prioridades incluyen la vivienda asequible, la reducción de la desigualdad y el costo de vida, áreas en las que ha prometido desarrollar un ambicioso plan federal.

Kamala busca que su legado se vincule a un gran proyecto de infraestructura social, similar al ‘Obamacare’ o al Plan de Infraestructuras de Biden, pero enfocado en ampliar la oferta de vivienda y combatir la desigualdad.

No obstante, algunos vacíos en su discurso sugieren que la economía sigue siendo su mayor punto vulnerable, un tema prioritario para el 70 % de los votantes, según encuestas recientes.

Superado este primer asalto, Kamala Harris sigue elevando su perfil, liderando las encuestas en varios de los estados pendulares más cruciales. En una sociedad cada vez más polarizada, como no se veía desde la Guerra Civil, ha demostrado carisma y fortaleza ante un rival cuya estrategia se basa en la división y el miedo. La gran incógnita ahora es si podrá mantener su ventaja y seguir siendo competitiva en un entorno cada vez más dominado por la agresividad y la desinformación.