En un mundo cada vez más conflictivo, la amistad y cooperación que deberían caracterizar a los países latinoamericanos peligra.

Con la crisis de la emigración venezolana, los vaivenes económicos del dólar, los escándalos de corrupción, en un contexto global de ruptura de tratados multilaterales por obra y arte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, los proyectos de integración política y económica regionales hacen agua.

La decisión del presidente Iván Duque Márquez de retirar a Colombia de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el retiro de Ecuador de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y las divisiones en la Organización de Estados Americanos (OEA) por cuenta de Venezuela, muestran un continente cada vez más fracturado.

Lea también: Este es el monto de la deuda externa que tiene Colombia

En abril, seis de los doce Estados miembros de la Unasur (Brasil, Argentina, Chile, Perú, Paraguay y Colombia) suspendieron su participación hasta el nombramiento de un nuevo secretario general, luego de la finalización del mandato del expresidente Ernesto Samper.
A finales de agosto, Ecuador anunció su salida del ALBA, “frustrado” por la falta de voluntad del presidente Nicolás Maduro de encarar una solución para el éxodo masivo de venezolanos.

La crisis de la integración regional tiene dos causantes, dijo a El País Noemí Mellado, directora del Instituto de Integración Latinoamericana de la Universidad de La Plata en Argentina: una global, referida a las tendencias del comercio mundial y las políticas del Gobierno de Trump, y otra interna, que es la crisis en Venezuela.

La decisión de Colombia de retirarse de Unasur “no hace más que reforzar lo que ya habían hecho otros países anteriormente, de manera tal que lo que hay que tener en cuenta es la situación de Venezuela en el ámbito regional”.

La actitud de los países “es una forma de presionar a Venezuela para tomar una actitud más democrática, que no pueden hacer por otros canales porque no se pueden meter en el orden interno de los países”, señaló.

El ocaso de los gobiernos progresistas

En la primera década del 2000, América Latina vivió un giro hacia la izquierda con el triunfo de gobiernos como el de Hugo Chávez en Venezuela, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia.

Hasta ese momento, la Organización de Estados Americanos (OEA), nacida en 1948, era el único organismo político de representación regional, pero siempre tuvo el sello de Washington en la frente.

Desacreditada por su inacción frente a la Guerra de las Malvinas en 1982, cuando por primera vez un país de la región se enfrentó a una potencia extra regional, la OEA venía languideciendo desde entonces.

Estados Unidos fracasó en su intento de crear el ALCA, Alianza de Libre Comercio de las Américas, rechazada por los gobernantes continentales en la Cumbre de 2005 en Mar del Plata.

Así nació Unasur en 2008, hijo pródigo de Lula, que fue avanzando como una alternativa a la OEA, y con el ambicioso objetivo de emular a la Unión Europea.

En 2004 había nacido el ALBA en Cuba, bajo la protección de Chávez, integrada por Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Surinam y varios países del Caribe. Ahora se vive una situación política totalmente distinta: “La asunción de los nuevos gobiernos imprime una ideología distinta a la que estuvo imbuida la primera época. También cambió el contexto internacional desde el punto de vista del comercio, donde los ‘commodities’ están en una fase negativa porque hay un deterioro en los precios de intercambio”, destacó Mellado.

Reflejo mundial

Para la especialista, América Latina está sufriendo con retraso el impacto de la crisis mundial de 2008, que antes logró sobrellevar gracias al aumento del precio de las materias primas. “Es un fenómeno internacional que está afectando a América Latina porque se terminó la primera época donde gracias a sus exportaciones pudo sobrellevar la crisis que ya había afectado a Europa y EE.UU., pero ahora ante el deterioro de los términos de intercambio, empieza a sufrir los efectos con posterioridad”.

Mellado agregó que “en épocas de abundancia, los gobiernos pueden tener discursos progresistas, pero en épocas de vacas flacas cambia la coyuntura”.

La política de ‘América First’, adoptada por Trump al llegar a la presidencia en 2017, ha sido un factor fundamental en este curso de retorno del multilateralismo y de ruptura de los tratados de integración y políticos internacionales.

La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que, por ahora, solo ha sido reemplazado por un acuerdo entre Estados Unidos y México; el freno al Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea; el retiro de Estados Unidos del Tratado Transpacífico (TTP) apenas llegó a la Casa Blanca; el abandono del Acuerdo de París sobre cambio climático y del estratégico acuerdo nuclear con Irán, son pasos en el camino de la desintegración y el retorno a relaciones bilaterales.

En la Unión Europea, la salida del Reino Unido, uno de sus socios fundamentales, no la herirá de muerte, pero marca un futuro sombrío. A meses de que el retiro se haga efectivo, todavía no se han acordado las condiciones del Brexit, lo cual alimenta los temores de una salida caótica.
En el fondo, está la guerra comercial de Estados Unidos con China, tras la imposición de aranceles a las importaciones de ese país, los cuales también afectan a Europa.

Para Mellado, esto “es parte de su lucha contra el coloso de China que extendía su influencia cada vez más a nivel global”.

De estos procesos de desintegración política y económica no se salva ni el organismo económico multilateral por excelencia, la Organización Mundial de Comercio (OMC), que retrocede ante el auge de los nacionalismos.

Signo de los tiempos, la desintegración, el retiro de acuerdos firmados, la recurrencia a tratados bilaterales para saltear las normas de organismos multilaterales, no podían dejar de expresarse en América Latina, donde las tensiones políticas regionales se unen a estas causas externas para hacer que los países hermanos cooperen cada vez menos y se peleen cada vez más.

La VIII Cumbre de las Américas se realizó en Lima, entre el 13 y 14 de abril de este año, evento al que no fue invitado Nicolás Maduro.