Las elecciones regionales y locales que tendrán lugar hoy en Venezuela aportan, como aspecto positivo, el regreso de la mayor parte de los factores de oposición al camino electoral para enfrentar al régimen de Nicolás Maduro, vía abandonada durante los últimos años, al haberse impuesto las opciones políticas que propugnaban el abstencionismo.

Sin embargo, la oposición venezolana llega a esta cita electoral sumamente fragmentada y sin una estrategia unificada, lo que puede observarse en hechos como las múltiples candidaturas enfrentadas que de su seno se han presentado, la ausencia de un comando centralizado y la gran improvisación a la hora de decidir tardíamente si acudían o no a las elecciones. Esto, sin duda, le resta posibilidades de triunfo, más allá de que las encuestas señalen los altos niveles de impopularidad del sucesor de Hugo Chávez.

A los pecados de la oposición se suma, y esto también hay que decirlo, la fuerte represión que las autoridades venezolanas han ejercido desde hace años sobre sus oponentes, imponiendo drásticas medidas como el encarcelamiento, el exilio o la inhabilitación política de sus dirigentes y el secuestro de sus partidos por decisiones judiciales ordenadas desde el Palacio de Miraflores, lo que a todas luces ha hecho mella.

El Gobierno venezolano, cercado en su frente externo por las sanciones que le han impuesto Estados Unidos, Canadá y la Comunidad Europea, y el inicio formal de las investigaciones de la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad, necesita dar una imagen de normalidad institucional y apertura democrática, todo esto en medio de las negociaciones que comenzaron en México con la facilitación del Reino de Noruega. Eso sí, con la sartén bien agarrada por el mango.

El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) luce tranquilo, seguro de que la división entre sus oponentes le permitirá conquistar una clara mayoría de los cargos que se van a elegir. Tan es así, que a solo un mes de las elecciones el Gobierno elevó desde niveles regalados a 0,50 dólares el precio del diesel, combustible esencial para el transporte público y de alimentos, algo impensable hasta hace no mucho.

Los resultados de estas elecciones dependerán en gran medida de los niveles de participación que se produzcan en el contexto de una población alejada del debate político y más preocupada en cómo sobrevivir en el día a día. Las encuestas vaticinan una asistencia a las urnas de entre el 40 % y el 45 %, mientras que algunos analistas coinciden en que solo en la medida en que se acerque al 60 % las posibilidades de triunfo de la oposición se incrementarían.

En el complicado ajedrez político venezolano una de las variables que pueden dirimirse en estos comicios regionales y locales es el desplazamiento, probablemente parcial, de tradicionales liderazgos en la oposición, en la medida en que candidatos opositores no afines a quienes han estado al frente hasta ahora ganen algunas importantes gobernaciones y alcaldías, como podría ser el caso de Ramón Rosales en el Zulia o de Henry Falcón en Lara, quienes seguramente querrán disputar el liderazgo opositor o al menos tener un lugar más destacado allí.

En política los vacíos se llenan y las políticas abstencionistas, sin duda, han generado tierra fértil para ello.

Colombia tiene que estar atenta a las señales que surjan de estas elecciones que, aunque no son de carácter nacional, pueden ofrecer indicios de lo que está por venir en su principal país vecino.