Un año después de que partidarios de Donald Trump tomaran por asalto el Capitolio, los estadounidenses siguen esperando que los responsables de ese ataque sin precedentes rindan cuentas.

Los videos del 6 de enero de 2021 dan testimonio de la violencia ejercida en nombre del expresidente: golpes con barras de hierro a policías, un agente aplastado contra una puerta gritando de dolor, asaltantes vestidos con ropa de combate coreando ‘Cuelguen a Mike Pence’ mientras el vicepresidente huía, una mujer muerta por disparo en los pasillos del Congreso...

Los estadounidenses quedaron atónitos. Un año después, ese intento de evitar que Joe Biden asumiera el cargo tras su victoria de noviembre de 2020 sigue suscitando muchos interrogantes.

¿Fue una manifestación que degeneró en disturbios o un intento de golpe de Estado planeado por Trump?

“Ni siquiera en la Guerra Civil los insurgentes violaron nuestro Capitolio, la ciudadela de nuestra democracia”, afirmó Biden en julio pasado. “No fue disensión. Fue desorden. Provocó una crisis existencial y una prueba para saber si nuestra democracia podría sobrevivir”, agregó.

Lo cierto es que doce meses después, más de 700 personas han sido acusadas por haber agredido a policías y saqueado los pasillos del Capitolio.

Las investigaciones han demostrado que Trump y sus aliados hicieron un esfuerzo concertado para evitar que la sesión del Congreso presidida por Pence certificara ese día a Biden como ganador de las presidenciales.
La pregunta es: ¿hay algún vínculo entre los dos hechos?

Un comité especial de la Cámara de Representantes lo investiga, pero cuanto más avanza, más se complica.

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¿Si encontrara pruebas de que el exmandatario republicano, derrotado en las elecciones, incitó el asalto o conspiró para retener ilegalmente el poder, debería arriesgarse a mayores tensiones buscando su procesamiento penal, algo sin precedentes en la historia del país?

Con motivo del primer aniversario del asalto, Trump, quien mantiene cierto control en su partido, anunció una rueda de prensa en Florida, durante la cual es probable que repita que le robaron los comicios.

Pese a que ninguna prueba lo demuestra, las encuestas señalan que cerca de dos tercios de los votantes republicanos le creen. Y casi todos los congresistas de esa fuerza, muy conscientes del poder político del magnate, parecen secundarlo, porque quieren recuperar el poder en las legislativas de mitad de mandato de este año y en las presidenciales de 2024, a las que Trump podría presentarse de nuevo.

Intentos concertados

Se sabe cómo transcurrieron los acontecimientos previos al 6 de enero. Meses antes, el exmandatario ya decía que las elecciones serían fraudulentas y que no aceptaría una derrota.

Cuando la victoria de Biden era un hecho, Trump se negó a reconocerlo. Durante seis semanas, él y sus seguidores intentaron revertir el resultado del recuento de votos en estados clave a golpe de demandas y de presiones sobre los dirigentes locales.

Y como los intentos fracasaron, se focalizaron en el día que Pence debía convocar al Congreso para certificar la victoria del demócrata. “Gran protesta en DC el 6 de enero”, tuiteó Trump. “¡Estén presentes, será salvaje!”.

Al mismo tiempo, aumentaba la presión sobre el Vicepresidente para que detuviera la certificación de resultados, sobre la base de justificaciones legales cuestionables que hicieron circular los aliados del magnate, su jefe de gabinete Mark Meadows y algunos congresistas republicanos.

Mientras el Legislativo se preparaba para reunirse, Trump decía a sus partidarios en un mitin frente a la Casa Blanca que las elecciones fueron “fraudulentas” y prometió que nunca cedería. Pence era la clave, dijo. “Si Mike Pence hace lo correcto, ganamos las elecciones”. Y pidió a sus seguidores que fueran al Congreso y “lucharan como demonios”.

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Miles de personas se dirigieron al Capitolio. Entre ellas había miembros de grupos de extrema derecha como los Proud Boys y los Oath Keepers, vestidos con ropa de combate y cascos.

En un hotel cercano, aliados de Trump tenían una ‘célula de crisis’ que supuestamente debía servir de vínculo entre los manifestantes y el Despacho Oval y congresistas republicanos. La toma por asalto paralizó el Capitolio y detuvo temporalmente la certificación de los resultados electorales.

En medio del caos, cinco personas murieron y otras decenas resultaron heridas. La Policía y los refuerzos federales tardaron más de seis horas en recuperar el control del lugar. Finalmente, a primeras horas del 7 de enero Pence certificó los resultados, formalizando así la victoria de Joe Biden.

Entonces se pensó que pronto se pondría en marcha un procedimiento de destitución contra Trump y que después de la investidura del demócrata el 20 de enero el suceso quedaría relegado a los anales de la historia. Pero el magnate siguió estando muy presente. Incluso consolidó su poder dentro del partido, rechazando todas las críticas y prometiendo que volvería.

Carrera contrarreloj

El comité, que ha interrogado a 300 personas, debe terminar su trabajo antes de las elecciones de medio mandato de noviembre, porque los republicanos podrían recuperar el control de la Cámara y terminar la investigación.

En diciembre, Liz Cheney, miembro de la comisión y de las pocas republicanas que respaldan la indagación, dijo que el exmandatario está en el punto de mira: “Nunca en la historia de nuestro país una investigación parlamentaria sobre las acciones de un expresidente ha estado tan justificada”. “No podemos ceder frente a los intentos de ocultar lo sucedido”.

Para William Galston, politólogo de la Brookings Institution, “el 6 de enero fue el presagio de un peligro claro y actual”. “El intento de invalidar el resultado de unas elecciones democráticas ha fracasado”, pero “¿será así dentro de tres años? No está claro”, “porque las personas que estaban decididas a invalidar los efectos de las elecciones de 2020 han aprendido mucho”.

Euforia

”Fue un día increíble”, dice Samson Racioppi, un republicano que se encargó de fletar autobuses desde Massachusetts hasta Washington, donde un mar de gente se reunió agitando banderas ’Trump 2020’.

”Recuerdo esa sensación de euforia, al ver a nuestro alrededor a esta gente a la que, por fin, parecía que les importaba” lo que estaba pasando, dice Jim Wood, quien llegó desde New Hampshire.