“Hace 37 años, la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil dejó una cicatriz enorme en todo el mundo”. Estas palabras del presidente ucraniano Volodímir Zelenski hacen su mejor intento por describir una de las mayores catástrofes que ha vivido el planeta en la historia reciente.
Un reactor de la central de Chernóbil, situada a unos 100 kilómetros al norte de Kiev, había explotado el 26 de abril de 1986, cuando Ucrania aún formaba parte de la URSS. El accidente nuclear, considerado como el peor de la historia, contaminó vastas zonas, sobre todo en Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Gran parte de Europa occidental también sufrió la lluvia radiactiva.
El accidente dejó al menos 50 víctimas directas, entre quienes entraron en el reactor en los primeros momentos, unos 4.000 muertos por cáncer y varios miles de fallecimientos a largo plazo. Casi cuatro décadas después, el efecto de la radiación aún afecta la salud de las personas que sobrevivieron al accidente y –como daño colateral– la de sus familias.
Cáncer de tiroides, leucemia, cataratas, mutaciones y depresión son algunos de los efectos de la radiación documentados por la Organización Mundial de la Salud. Desde hace varios años, la institución ha alertado que algunas de estas dolencias han permanecido en el tiempo.
Mykhaylo Khrushchenko, sobreviviente de Chernóbil, es una de las personas que ha dedicado su vida a ayudar a los demás afectados y a hablar sobre los efectos de la tragedia, que no se borra a pesar del tiempo.
Khrushchenko, hoy de 71 años, trabajaba a sus 34 como director de la fábrica de procesamiento de alimentos que servía a Chernóbil, cuando supo del accidente.
“No desayuné, me subí al auto de inmediato y conduje hasta el trabajo. Fui a la oficina de mi supervisor y ya había una pequeña reunión”, señaló el sobreviviente desde Ucrania en el marco del Día Internacional de Conmemoración del Desastre de Chernóbil.
Después de eso, el antiguo director empezó a trabajar como jefe de la Unión en Chernóbil para personas en situación de discapacidad y en 2021 recibió la orden estatal ‘Para el servicio’, por decreto del presidente ucraniano.
Mykhaylo evidenció el impacto que la radiación tuvo en la salud de su familia. Una de sus hijas fue catalogada como persona en situación de discapacidad, con continuos pasos por centros médicos, y su nieto, de 23 años, también tiene serios problemas: “Se le caen los dientes, se le hinchan las rodillas. ¿Qué es esto? Este es el resultado”.
La caída de dientes es un síntoma similar al que experimentó el funcionario del Departamento de Investigación Ambiental de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania en ese tiempo, Yevgen Yakovlev, quien fue asignado a Chernóbil a raíz del desastre para analizar lo que había sucedido.
Una semana después de la explosión, Mykhaylo y sus compañeros sacaron a los niños de las aldeas y los llevaron en automóvil a una ciudad en la parte norte de Ucrania, llamada Pryluky. “En ese momento, no sabía que mi automóvil tenía la misma contaminación. Pasé 20 días en la zona de exclusión, donde estaba sucediendo algo terrible”, lamentó en el diario británico The Mirror. “Esto no lo sabía porque no tenía dosímetro”, agregó.
Según el sobreviviente, este viaje fue el que causó que su hija enfermara. “Los problemas de salud de mi hija ocurrieron, muy probablemente, después de que la llevé en automóvil a Pryluky. En un automóvil que luego descubrí que estaba contaminado radiactivamente”.
Según la OMS, Chernóbil ha sido documentado como el accidente nuclear, junto con el de Fukushima, que más impacto psicológico ha provocado a un mayor número de personas. Los estudios recopilados por la entidad indican que en Chernóbil duplicaban los de la población no expuesta.
Desierta desde la catástrofe nuclear de 1986, la “zona de exclusión” de la planta nuclear es uno de los lugares más inhóspitos del planeta, aunque muchas personas se atreven a visitarlo, especialmente quienes vivían en la zona.