“Justo en el Bicentenario de la independencia de El Salvador lo que predominó no fue el discurso oficial, sino esta movilización de diferentes sectores de la sociedad. Este es un nuevo momento para la coyuntura de el país”.

Esto dice Samuel Alexander García, historiador salvadoreño y miembro de la Escuela Política para un Nuevo Proyecto, referente a las protestas de esta semana para reclamarle al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, el respeto a la separación de poderes y en rechazo a la instauración del bitcoin como moneda de curso legal.

Las manifestaciones ocurrieron pese a que Bukele, en el poder desde el año 2019, goza de amplia popularidad y ha capitalizado el descontento ciudadano respecto de los partidos tradicionales que gobernaron el país por tres décadas. La revista Time lo incluyó, incluso, en la lista de 100 personas más influyentes en 2021.

Frente a las jornadas de protestas, el presidente Nayib Bukele decidió acusar a la comunidad internacional de financiar “manifestaciones opositoras”.

“Lamentablemente son protegidos por algunos amigos de la comunidad internacional. Digo algunos porque no son todos. Pero sí algunos, incluso financiados. Lo triste es que están financiando una oposición perversa”, dijo Bukele durante una ceremonia televisada con motivo del Bicentenario.

Ahora bien, en cuanto a los móviles de las movilizaciones en San Salvador, de acuerdo con encuestas, la adopción del bitcoin como moneda legal, a la par del dólar, es una medida que genera en el 82 % de la población salvadoreña, poca o ninguna confianza.

Esto se vio reflejado en las calles de la capital, donde ciudadanos alzaron carteles con consignas como “No al bitcoin” o “El Salvador no quiere bitcoin”.

La jornada terminó incluso con el confuso incidente en el que fue incendiado un cajero automático que servía para operar con la billetera electrónica ‘Chivo’, lanzada por el gobierno la semana pasada, para operar con la criptomoneda.

Lea además: Gobierno de Venezuela quiere que Alex Saab haga parte de conversaciones con oposición en México

Sin embargo, esta primera gran manifestación en contra del presidente Bukele estuvo marcada a su vez por el rechazo a su gestión y a las diversas medidas impuestas por el Gobierno.

Entre las medidas que han generado rechazo está la ley que fue aprobada para despedir los jueces con 60 años de edad o 30 de servicio, lo que dejó al Poder Judicial sin un tercio de sus magistrados.

“Que se vayan 259 jueces no es lo grave, lo grave es la afectación a la independencia judicial que está haciendo el presidente, la pérdida total del Estado de derecho que tanto nos ha costado”, comentó el juez Luciano Lovato.

Los manifestantes también mostraron su oposición a una reciente interpretación que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia hizo de la Carta Magna, para permitir la reelección presidencial inmediata de Bukele.

El historiador Samuel Alexander García advierte que en términos legales y formales, Bukele va a lograr la reelección, pues cuenta con todo el aparataje necesario.

“Lo que hay en El Salvador es una deriva autoritaria, el hecho de que El Salvador se encamine a una reelección, se vayan borrando los contrapesos, se estigmatice a la oposición y se den violaciones sistemáticas a los derechos humanos en las cárceles, sugiere evidentemente un giro autoritario”, explica Mauricio Jaramillo, docente de Asuntos Internacionales de la Universidad del Rosario.

A su vez, Miguel Álvarez, activista de Derechos Humanos en El Salvador, cuenta que Nayib Bukele “no solamente es un presidente autoritario, sino también un presidente con una escalada dictatorial que se perfila en un fascismo millennial”.

Según el activista, el Mandatario ha demostrado su autoritarismo en el manejo militar y no médico de la pandemia, cuando se arrestaron cientos de personas por no cumplir con los protocolos de seguridad.

También en el ‘golpe de Estado’ que propinó a la Asamblea, después de que el Congreso votara por sustituir a varios magistrados.

El trato inhumano que le dio a reclusos en centros penitenciarios, al obviar el distanciamiento social contra el coronavirus y al mezclar a los miembros de pandillas rivales en las celdas de las prisiones del país.

Y el fortalecimiento a “afectos del Estado que tienen que ver con la represión y la coerción, como el Ejército, la Policía, la propia propaganda y la publicidad”, afirma García.

Expertos señalan asimismo que el mandatario cuenta con alta popularidad en el pueblo salvadoreño, pues ha sabido vender una imagen de ‘presidente cool’ y joven.

“Es un habilidoso estratega de marketing, tiene una habilidad para vender imagen y posicionamiento, la extraordinaria capacidad para manejo de redes, medios de comunicación y de esta manera inocular sus ideas y activar en la ciudadanía ese instinto primitivo de odio hacia los partidos tradiciones y hacia todo lo que huela a disidencia”, cuenta el activista Álvarez.

Bajo la misma línea, el profesor de la Universidad del Rosario, Mauricio Jaramillo, dice que el Presidente tiene el respaldo de gran parte del pueblo porque se ha mostrado como un gobernante antiestablecimiento e independiente que llegó al poder con un discurso en contra de los dos grandes partidos tradicionales, ‘Arena’, del espectro político de derecha, y el ‘Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional’ (FMLN) de izquierda.

“Bukele se ha definido como el presidente más cool, más chévere, más joven, se ha tomado selfies en la Asamblea General de Naciones Unidas, gobierna por redes sociales. Encarna todo lo que para muchos son los millennials”, dice el profesor Jaramillo.

A lo que agrega: “no necesariamente porque él tenga apoyo, esto quiere decir que todo sea compatible con la democracia”.

Bukele

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, tiene 39 años.

Fue alcalde de San Salvador de 2015 a 2018, apoyado por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), (izquierda) de donde fue expulsado en 2017.

Se le conoce como el ‘Golondrino’, por el emblema del partido conservador que lo llevó al poder, la Gran Alianza por la Unidad Nacional, Gana.