El título de esta columna no es un error ortográfico. Si la Amazonia está en plural es porque así es como ella aparece gracias a las cuatro exposiciones de arte que le dedican actualmente en Madrid, cada una de las cuales ofrece una visión de lo que más que una enorme cuenca hidrográfica es un mundo, un cosmos e inclusive un multiverso, con tantas facetas que contiene.
De allí el acierto de Halim Badawi de ponerle a la exposición de la que es el curador el título de Amazonia. Trópico sin tópicos. Un título que contradice la opinión muy común en Europa de que la Amazonia es exclusivamente brasileña, cuando en realidad es también colombiana, como lo demuestra la exposición organizada por Badawi. Y peruana, como lo comprueba la muestra de arte amazónico contemporáneo, hecha con fondos de la colección Hochschild Correa de Lima y abierta en el Museo Lázaro Galdeano.
Las cuatro exhibiciones demuelen igualmente el mito o prejuicio de que los pueblos y las tribus amazónicas viven aislados y eternamente ajenos al mundo moderno. Las 80 obras hechas por artistas amazónicos, incluidas en la misma, prueban que los artistas nativos del pulmón del planeta son capaces de innovar su propia tradición para generar obras decididamente contemporáneas. Que dialogan con nuestro tiempo, nuestro imaginario, nuestras fantasías y nuestras urgencias. La exposición de Badawi (cuyo nombre y apellido no debe confundirnos: es colombiano), incluye otra demostración contundente de que los amazónicos saben ser contemporáneos.
Se trata de la serie de fotografías realizadas por Manu Mojito de las Tupanas Amazónicas, un colectivo de bailarinas trans, que con su arte, sus danzas y coreografías desafían los estereotipos del indio como “el buen salvaje”. Y llaman la atención sobre el hecho histórico de la existencia consentida del homosexualismo, el lesbianismo, la poliandria y la poligamia entre los pueblos y las tribus amazónicos precolombinos.
Esta magnífica exposición no se limita, sin embargo, a desmentir tópicos. También arroja una mirada sobre la historia social y política de unos antepasados nuestros, durante tanto tiempo excluidos, maltratados y sometidos. El retrato del indómito Quintín Lame, obra del pintor Andrés Ojuela y el cartel de Antonio Caro que anuncia el homenaje que en 1971 le rindió el 1º festival de arte de vanguardia de Barranquilla, demuestran que allí donde hubo opresión también hubo resistencia.