No veo la hora de que llegue el 29 de mayo, el día señalado, el de meter el tarjetón o como se llame, por la hendidura de la caja siniestra de cartón, aparentemente sellada e inviolable, y confiar en el santísimo omnipotente para que no sea violada, prostituida, tirada a la basura y respetada.

Votar en este país es un acto de fe, como la fe que nos enseñaba el catecismo Astete, creer en lo que no vemos porque Dios lo ha revelado, aunque aquí no se trata de ningún Dios, sino de un registra-dios, y no se sabe casi nada de él.

Votar es un acto de confianza en un país donde todos desconfían de todos, todos son acusados de tramposos, de corruptos. Con las famosas urnas de cartón, la verdad es que nadie del común, o sea los que votamos uno a uno, ya sea con el voto obligado, el comprado, el vendido, el independiente, el fanático, el rencoroso, el que ni sabe quién es quién y le importa un rábano, todos quedamos a merced de manos misteriosas que abren las cajas y cuentan y recuentan, cambian, esconden o multiplican los panes y los peces, y pagan para que los ‘locutores a boca de urna’ anuncien cada cinco minutos con voces apocalípticas quién está ganando o perdiendo, o inventando para no perder la sintonía.

Mientras tanto, nos comeremos las uñas, los adictos nos rellenaremos de café o Coca Cola. Los que beben sacarán del sótano todo lo que tienen guardado y se lo zamparán, los temerosos rezarán el rosario, los rebeldes alistarán gargantas, los que tienen rabo de paja temblarán.

Algunos ya tienen pasajes comprados, pasaportes, dólares, yenes y criptomonedas listos para saltar el charco como ‘Rinrín Renacuajo’, otros siguen pontificando, enviando ‘fake news’ o insultando. Otros, desde ahora, se relamen pensando en las ‘cuotas’ que exigirán sin compasión. A lo mejor se están limpiando sables para ensangrentarlos después.

Hoy seguimos haciendo cábalas. Ya Semana, el Pasquín, se dio cuenta que poderoso caballero es don dinero y está reculando en sus torcidas y tendenciosas carátulas. Ya Petro no es el diablo, arrasador de tierras, sino un demócrata que gobernará para todos. Fico y su panda tienen un poco los pelos de punta. Fajardo sigue siendo la mejor opción del cambio que necesitamos, pero las manadas desbocadas no lo toman en cuenta porque ‘se fue a ver ballenas’. Yo no vi ballenas, pero voté en blanco, y no me arrepiento.

Mientras llega el día señalado, trato de llevar mi vida normal y no pensar ni en lo que pudo haber sido y no fue, o en lo que puede suceder si no reflexionamos y bajamos los ánimos, y amarramos el cerebro reptiliano. Todos somos colombianos, queramos o no.

Hermanos de patria, blancos, mestizos, negros, indígenas, católicos, judíos, cristianos, ateos, mendigos, empresarios, campesinos, víctimas, victimarios. Hermanos de patria, un solo cuerpo, como afirma el sacerdote Francisco De Roux que ha sido desmembrado durante años. No podemos seguir funcionando por separado, amputados, segregados. “Todos somos pelos de la misma perra”.

Tenemos que unirnos en torno a la paz y al reconocimiento, al reencuentro y trabajar juntos por un más equitativo, más amable, sin violencia, sin racismo. Todos somos iguales.

El lunes, emocionada hasta las lágrimas, al contemplar esa gigantesca luna roja, soberbia, indiferente y majestuosa comprobé una vez más lo insignificantes que somos ante el universo y la inutilidad de tanta soberbia y rencor.