Ese niño de nueve años que se escapaba por el jardín de la casa grande y observaba a través del alambrado multitud de hombres, mujeres y niños todos vestidos igual, con una pijama y un gorrito de rayas... Los veía deambular, flacos y arrastrando los pies, y al fin, alambrado de por medio conoce a otro niño: Shmuel, su único amigo.
Ese niño que se llamaba Bruno, siempre en compañía de su hermana, su madre y el padre. Ese niño que se entretenía leyendo La Isla del Tesoro o mirando por la ventana de su habitación ese mundo extraño que existía ‘al otro lado’. Y a veces lograba encontrarse con su amiguito.
Sí, creo que todos los que leímos el libro de John Boyne, ‘El Niño con el pijama de rayas’ o vimos la película, lloramos sin parar cuando al final Bruno pasa el alambrado con la ayuda de su único amigo Shmuel que tiene una pijama de rayas para que lo use y poder pasar desapercibido y conocer ese otro mundo, del cual nunca regresó...
Boyne dejó pasar casi quince años para retomar el tema y escribir ‘Todas las piezas rotas’ en que le da continuidad a esta historia trágica, esta vez enfocado hacia la familia de Bruno, al final de la guerra... Después de que los aliados ganaran y derrotaran a Hitler y el mundo se enterara de El Holocausto de millones de seres...
El padre ahorcado, la mamá y la hermana de Bruno huyendo de país en país, cambiándose de nombres y apellidos para sobrevivir desapercibidas.
Una novela estremecedora escrita durante el encierro de la pandemia, pero que siempre estuvo en la mente de Boyne. Como él mismo lo dice en su nota de autor al final del libro: “Si tuviera que contestar de qué se trata mi novela diría que es sobre la culpa, la complicidad y el duelo... Un libro que se propone analizar hasta qué punto puede ser culpable una persona joven (Gretel, tenía doce años), dados los sucesos históricos que se desarrollaban a su alrededor, y si esa persona se puede desvincular de los crímenes cometidos por sus seres queridos”.
En la novela, Gretel, ya de noventa años nos cuenta su vida. Sin mascaras. Como fue eso de ser la niña mimada, la adoradora del Furher, convencida de que estaban redimiendo al mundo y salvándolo a entender la demencia y la crueldad, aceptar la culpabilidad que jamás se podría arrancar de su conciencia y tratar de iniciar una nueva vida”. Pese a todos los errores que cometió en la vida, pese a su complicidad con el mal y pese a su arrepentimiento, creo que la historia de Gretel también merece ser contada. Le corresponde al lector, sí merece ser leída. John Boyne Dublín 2022”.
Repito. Un libro que estremece y toca las fibras más íntimas del alma. Fascinante y terrible, impactante. Desde la primera página hasta el final, agarra y no suelta. Cuestiona y sacude. Gretel no quiere recordar ‘aquel otro sitio’. No es capaz de pronunciar el nombre de Bruno, pero ese pasado la persigue, la enloquece a ratos, la ata, y la fortalece. Y le abre el corazón.
Espero la película. La tienen que hacer y volver a llorar por Bruno, por todas las víctimas y por qué no, también por Gretel, víctima de nacer del ‘otro lado’ de esa moneda que jamás buscó.
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Postdata. Se complica la situación de Israel... Ojalá el fundamentalismo extremo no arrase con la democracia. Netanyahu quiere retener su poder a toda costa. Se enloqueció.