Cali no huele a caña, tabaco y brea, Cali huele a popó de perro y a marihuana. Susana Boreal, representante a la Cámara y confesa marihuanera, estaría de acuerdo con esta apreciación. Caminar por Cali es sentir el olor a excrementos caninos por todas partes y percibir aromas canábicos que circulan en el ambiente confirmando a la Sultana como metrópoli marihuanera por excelencia, aprovechando además la vecindad con el norte del Cauca, región donde se cultiva lo más excelso de esta planta.
La permisividad con unos y otros olores tiene desde leyes que los regulan como es el caso de la marihuana, arropada por principios de libertad de expresión y uso personal ampliamente discutidos y con suficiente ilustración, hasta un tema de falta de cultura en el cuidado de las mascotas y del abandono de cientos de canes y felinos que deambulan por la ciudad haciendo de las suyas en medio de los andenes y zonas verdes.
Se conoce de acuerdos entre vecinos para regular las horas de consumo en los parques de algunos barrios y así evitar molestias y conflictos con quienes no toleran el olor a zorrillo característico de la marihuana y de normas en unidades residenciales de todos los estratos sobre el uso de la misma. Pero es muy difícil ocultar el rastro del cannabis y qué no decir de las heces caninas.
En ambos casos es necesaria la creación de una cultura de los olores, algo así como un código de comportamiento aromático para no herir las susceptibilidades olfativas, el que fume la hierba que se encargue de su olor haciéndolo en un lugar donde no moleste a nadie ni nadie le reclame por su fumata y no como sucede ahora donde es normal sentir la humareda que sale de automóviles y cascos de motos que van conducidos por alegres fumadores de porros que, sin importar el código de tránsito, van humeando su recorrido.
Es menos común ver a los dueños de perros abandonar los excrementos de sus mascotas, socialmente está más sancionado dejar las heces a la vista y pisadas de todos que fumarse un cacho, pero la contaminación por los excrementos tiene consecuencias graves como la trasmisión de enfermedades parasitarias a humanos y perros. Como Cali no tiene un servicio de recolección de excrementos animales si debe hacerse más consciencia sobre la tenencia responsable de los animales.
Los colombianos somos muy escrupulosos con la higiene, estamos obsesionados con el uso de desodorantes y talcos, lo que nos convierte en uno de los mayores consumidores mundiales de polvos para pies, pero nuestra ciudad necesita descontaminarse también de olores.
Fúmese su porro tranquilo, pero lejos de quienes no quieren el olor, ya se logró con el cigarrillo; recoja el popó del perro a ver si podemos sentir el olor dulce de la caña.