Quejas por ruido, mal parqueo, ventas ambulantes e inseguridad son las más frecuentes entre los vecinos de las llamadas zonas mixtas, barrios dónde se combina la actividad comercial y la residencial. San Antonio, el Centro, Ciudad Jardín y San Fernando están entre los más conocidos, pero vale reconocer que el comercio y los restaurantes han rescatado muchas calles y construcciones del abandono y la inseguridad.
El caso más reciente es el de una terraza frente a la Ermita, ubicada en el antiguo edificio de la Caja Agraria, en la Carrera 2 entre calles 15 y 13, calle que se había convertido en una olla, dormitorio de habitantes de calle y foco de inseguridad. L presencia de este negocio y la de una plaza de comidas le dieron un aire nuevo y sobre todo seguridad a este lugar por el que se conectan el barrio San Nicolás y el Centro y donde se puede caminar a cualquier hora. Viejas casonas a punto de caer también han sido recuperadas por los restaurantes.
Ninguna ciudad del mundo escapa a este fenómeno en donde el cambio de uso se da por razones históricas, comerciales y demográficas. Cali no es la excepción, los empresarios hacen su trabajo: invierten y apuestan en sus negocios, pero también por la generación de empleo y aquí es donde entra la administración pública a jugar.
¿Dónde están las zonas autorizadas de parqueo? ¿Cuál es la inversión en seguridad, iluminación y aseo? ¿Cómo se hacen valer los derechos de los vecinos? No puede ser que solo sea recibir dinero por impuestos y permisos sin devolver nada a cambio. La ciudad necesita estos espacios que son fuentes de trabajo, esparcimiento y cultura, pero los residentes también merecen a cambio zonas seguras, limpias y tranquilas.
Varios ejemplos tenemos en Colombia dónde el éxito turístico también ha sido la muerte lenta de pueblos enteros como Villa de Leyva, Barichara, Ráquira, Guatapé y el centro de Cartagena, lugares con multitud de turistas que desplazaron a los habitantes raízales y convirtieron el lugar en parque temático que nada tiene que ver con el encanto que tenía el lugar.
Difícil garantizar una actividad comercial, turística, amable con el medio ambiente y la convivencia con los residentes sin la presencia de las autoridades municipales. Serán comerciantes y residentes quienes deban establecer pactos de sana convivencia para no volverse locos con el ruido de unos y los reclamos de los otros.
En otras zonas de la ciudad se han hecho acuerdos para compartir el espacio público con comerciantes informales, motorratones y hasta consumidores de drogas y así generar un uso de parques y esquinas que permita a unos y otros a vivir y trabajar en paz.