Solo el fin de semana pasado fueron asesinadas en Cali 15 personas. Y en lo corrido del año van más de 240 muertes violentas ocurridas en la ciudad.
Como explica el exalcalde Rodrigo Guerrero, la violencia que se registra en Cali es multicausal. Pero según Guerrero, uno de los factores disparadores de la violencia en nuestra ciudad es el desorden que se vive en ella. “El desorden es la antesala del crimen”, advierte el exalcalde.
Ese desorden no es nuevo, ni se le puede achacar, en su totalidad, al gobierno de Jorge Iván Ospina. Pero sí es indudable que durante los últimos tres años el desorden y la falta de autoridad han llegado a extremos inauditos.
Sin duda, el paro del 2021 fue un punto de inflexión que transformó el desorden que imperaba en anarquía. Durante esos días aciagos los vándalos, los delincuentes y los terroristas hicieron lo que les dio la gana: bloquearon todas las salidas de la ciudad y las principales arterias; quemaron estaciones del MÍO; vandalizaron almacenes, hasta levantaron un ‘monumento’ en el corredor del sistema de transporte sin permiso alguno... Todo eso ante la pasividad de las autoridades y, en especial, de un Alcalde que no quiso o no pudo poner orden en la ciudad.
Lo peor es que el paro se levantó, pero la anarquía persistió. La gente se cuela al MÍO a plena luz del día; los motociclistas circulan por los andenes y hacen caso omiso de cualquier señal de tránsito. Motos y carros invaden los carriles del MÍO, cualquier pared sirve para hacer un mamarracho que luego llaman grafiti. Prueba de que el desorden antecede al crimen es lo que ocurrió esta misma semana con un motociclista que invadió el carril solo bus, y cuando la Policía lo paró por cometer esa falta, arremetió con puños y patadas contra los patrulleros.
Es claro que en Cali primero se perdió el respeto por la autoridad y luego se le perdió el miedo. En mi sentir esto es lo más grave del funesto legado que el gobierno de Ospina le deja a la ciudad. Peor aun que la falta de decoro en el manejo de las finanzas públicas.
Y es que el próximo gobierno de Cali va a recibir una ciudad en donde impera un desorden total, que tiene relación directa con la violencia que padecemos. Aquí a mucha gente ya le parece normal violar las normas de tránsito. Es decir, violar la ley. Y de no acatar las leyes de tránsito a violar las demás normas no hay sino un paso.
Devolverle a esta ciudad el orden no va a ser tarea solo del próximo Alcalde. Se requerirán varias administraciones y mucho tiempo de trabajo para que la sociedad caleña vuelva a acatar las leyes y a respetar la autoridad. Ese es un cambio cultural y los cambios culturales no se dan de un día para otro.
En ese empeño de recuperar el orden en la ciudad el primer paso que se deberá dar será ordenar el tránsito. Porque, como dice Rodrigo Guerrero, el tránsito es el reflejo del nivel de orden que tiene una ciudad.
Si el tráfico es ordenado, la ciudad se ve ordenada; y si es caótico, la ciudad se ve caótica, como ocurre en Cali. Con ese fin será necesario, además de concientizar a los conductores de la necesidad de que actúen civilizadamente, involucrar a la Policía e, incluso, al Ejército.
Lo más grave que le puede ocurrir a una ciudad es que la gente se acostumbre a violar la ley, cualquiera que sea. Eso, ni más ni menos, es lo que está ocurriendo en Cali. Y Ospina ahí.