“Luis Carlos estaría muy preocupado con lo que se está viendo. Sobre todo por la manera como las malas costumbres políticas que él criticó tanto han aumentado y son mucho más graves y más complejas el día de hoy”.
Esta afirmación, hecha por Gloria Pachón la viuda de Luis Carlos Galán, en la entrevista que este diario publicó, a propósito de los 30 años del asesinato del líder liberal, debería generar una profunda reflexión en este país.
Porque si las costumbres políticas hoy son peores que las de hace 30 años significa que las muertes de Galán, de Álvaro Gómez, de Gerardo Bedoya, de Jaime Garzón y de tantos otros, al contrario de lo que esperaba Gómez, no sirvieron para nada. Y que las reformas, en apariencia revolucionarias, que incorporó la Constitución del 91, tampoco aportaron nada para sanear las costumbres políticas del país.
Lamentablemente, los hechos parecen darle la razón a la viuda de Galán. Hoy la política está mas podrida que nunca. Reformas como la elección popular de alcaldes y gobernadores, en lugar de ampliar y profundizar nuestra democracia, lo que hicieron fue disparar la corrupción.
Antes, el origen del mandato de los gobernantes regionales era poco democrático, pero estos llegaban con pocas ataduras a ejercer sus funciones. Su único compromiso era político con quien lo designaba.
Pero ahora, hacerse elegir implica toda suerte de pactos políticos, para conseguir los votos que se necesitan y cuantiosos aportes económicos para financiar unas campañas cada vez más costosas. Con lo cual, hoy en día los alcaldes y gobernadores llegan amarrados y con muy poco margen de maniobra. Es decir, todo lo contrario de lo que se pretendía cuando se estableció la elección popular de Alcaldes.
Pero no solo en eso estamos peor. Tras la muerte de Galán la política se envileció como nunca antes y de forma progresiva. Primero fue el proceso 8000, la financiación masiva de las campañas políticas, incluyendo la presidencial triunfadora en 1994, por parte del narcotráfico.
Luego vino la parapolítica: la financiación y el apoyo político a través de la intimidación y la violencia de los paramilitares a buena parte de la clase política. Y el último peldaño que nuestras padres de la patria descendieron conduce al cartel de los contratistas, o sea la financiación de campañas por parte de constructoras y otros contratistas del Estado, a cambio de la adjudicación de suculentos contratos.
El episodio más conocido del Cartel de los Contratistas es el de Odebrecht, la empresa brasileña que giró miles de millones de pesos a las campañas de 2010 y 2014, a cambio de que le adjudicaran y luego le modificaran el contrato vial más importante del país.
Lo que queda claro tras esta rápida mirada al proceso de putrefacción de la política nacional es que nuestros políticos no aprenden ninguna lección.
Cuando detienen a un político por corrupto sus colegas no escarmientan. Lo que piensan no es “si sigo en estas voy a terminar como fulanito”. Lo que concluyen es que deben sofisticar la forma de hacer sus marrullas para evitar que los atrapen.
Otra frase de Gloria Pachón sirve para explicar el porqué nuestra realidad política es cada vez más nauseabunda: “Muchos políticos buscan en la política beneficio personal, en lugar de beneficio social y público”. Y mientras eso sea así, no habrá sacrificios ni constituciones que valgan.
Sigue en Twitter @dimartillo