Como “terroristas del imperio” calificó Daniel Ortega al centenar de presos políticos que sacó de las cárceles y encaramó en un avión con destino al exilio. Estas personas, periodistas, académicos, intelectuales, estuvieron presos, algunos varios años, por cometer el ‘abominable’ delito de pensar de una forma diferente al dictador y, además, de reclamar que se establezca una verdadera democracia en Nicaragua.
La combinación de populismo y totalitarismo que gobierna a ese país centroamericano no puede tolerar el disenso, entre otras cosas, porque pone en peligro su permanencia en el poder.
Traigo a cuento lo que ocurre en Nicaragua porque Gustavo Petro está dando claras muestras de que la receta que le gusta para gobernar es la que aplicó Ortega en Nicaragua, que a su vez es copia de la aplicada en Venezuela que es copia del modelo cubano.
Es claro que a Petro le incomoda la división de poderes. Al Legislativo primero lo compró con mermelada y ahora que muchas voces en el Congreso se levantan contra la reforma a la salud, busca presionarlo y chantajearlo. En el incendiario discurso que pronunció en el balcón de la Casa de Nariño. Petro quiso poner contra la pared al Congreso: “Lo que sí debo advertir, dijo, es que si por alguna circunstancia las reformas propuestas por el Gobierno sufren trabas, (quienes las pongan) no están haciendo el camino del pacto social ni el camino de la paz”.
Los congresistas quedaron notificados: o aprueban las reformas o la violencia que se genere por su no aprobación será su responsabilidad.
Y lo propio ocurre con la justicia, a quien este pichón de Tirano no le perdona que haya tenido la independencia para oponerse a liberar a los terroristas responsables del caos que vivió el país en el paro cívico del 2022.
En su alocución del martes también dedicó puyazos a esos valientes jueces: “Eso que llamamos el estallido social, esos jovencitos de los barrios populares que salieron a gritar que simplemente tenían derecho a vivir, son los verdaderos precursores del cambio(...) Por eso tanta insidia contra ellos, por eso esa decisión absurda de tener a esa juventud encarcelada”.
A Petro tampoco le gusta la libertad de expresión, que para él es un ‘vicio’ neoliberal, ni los medios de comunicación. Prueba de ello es que su método preferido para comunicarse es twitter, en donde puede decir la mentira que quiera (Como que el sistema de salud del país es el peor del mundo, sin que nadie pueda contestarle que según la OMS es el mejor de las Américas).
En el discurso del balcón, Petro no desaprovechó para echarles sus vainazos a los medios: “Lo que nos ha traído a esta crisis humana es una ideología que se llama Neoliberalismo y es importante que sepamos en que consiste esa ideología que se ha defendido en todos los medios de comunicación”. Lo que en español significa que los medios somos responsables de la crisis de la que habla Petro.
No le gusta la separación de poderes, no le gusta que la justicia no complazca sus antojos y le choca que el Congreso no apruebe sin chistar sus reformas. Y menos le gusta que la prensa no aplauda a rabiar todas sus ocurrencias.
La receta de Gobierno que a Petro convence es la que se implementó en Nicaragua, que es copia de la venezolana, que es copia de la cubana. La reforma a la salud es solo el primer ingrediente de esa receta que Petro quiere imponernos ¿Nos tragaremos los colombianos ese menú?