La mayor parte de la responsabilidad por el desastre que ha constituido el actual gobierno Municipal recae, por supuesto, en la cabeza de esa administración, el alcalde Jorge Iván Ospina. Contra él, según datos de la organización Mi Cali Contrata Bien, se han abierto en estos tres años 850 investigaciones, de las cuales 250 siguen activas. Ni una sola condena ni una absolución.

Pero si las ‘ías’ no han cumplido a cabalidad su tarea lo que sí ha funcionado es la sanción social: el 80% de los caleños califica de forma negativa la labor de Ospina. O sea, que, al menos políticamente, el Alcalde está pagando un alto costo por su pésima gestión.

Si bien Ospina es el primer responsable de esta catástrofe, ha contado con un socio ‘estratégico’ que está pasando de agache y que está saliendo indemne frente a este déscrédito: el Concejo de Cali.

Con la honrosa excepción de Diana Rojas y de Roberto Ortiz, que han hecho un valiente control político y han denunciado múltiples irregularidades ocurridas dentro de la Administración, los otros 19 concejales han sido cómplices, por acción u omisión, del mandatario local.

No solo no han ejercido control de ningún tipo sino que le han aprobado todo cuanto al Alcalde se le ha ocurrido. Y voy a mencionar solo dos proyectos que bastan para calibrar la dimensión de la complicidad de los concejales con la administración local.

El primero fue el empréstito por $650.000 millones, aprobado a principios de la administración y el segundo el famoso acuerdo 180 mediante el cual aprobaron destinar 1 billón 300 mil millones pesos para ‘salvar’ el MÍO. Ambas iniciativas que, sumadas, le costaron a la ciudad casi $2 billones, fueron aprobadas a pupitrazo, a pesar que carecían de estudios técnicos y de soportes rigurosos. Al punto de que los $650.000 millones se terminaron destinando a objetos diferentes a los que fueron autorizados inicialmente. Ahora, este problema del Concejo no es nuevo
En los últimos 20 años los concejales han actuado de forma similar, más movidos por sus intereses personales que por el bien de la ciudad. Por eso, si queremos darle un nuevo rumbo a Cali no basta con elegir un buen Alcalde. Hay que hacer un revolcón en el Cabildo.

Por fortuna, personas muy calificadas han mostrado interés por llegar al Concejo. Al nombre de la pilosa Maria Isabel Alvarado hay que sumar los de Pacho Piedrahita y de Gabriel Velasco. El primero, un gran educador, un caleño a toda prueba, un ser que ya le ha dado mucho a la ciudad y puede darle más como concejal. Gabriel Velasco ha demostrado como dirigente gremial y como congresista ser serio, estudioso, ponderado. También sumaría mucho en el Cabildo.

Pero no bastan ellos tres. Ojalá lleguen al Cabildo más personas de verás interesadas en prestarle un servicio a Cali. Eso es clave porque para tener un Concejo que cumpla el papel que le corresponde se requiere cambiar, al menos, el 50% de sus integrantes.

Lo cual no es tan complejo porque para ser concejal solo se requieren unos 10.000 votos, o sea alrededor del 0,5% de las 1.800.000 personas aptas para votar en la ciudad. Mejor dicho, para darle un vuelco al Concejo solo se requiere que nos percatemos de la importancia del papel que cumple, muy parecido al que desempeña la junta directiva de una empresa. Y que gente buena siga postulándose para que los caleños se motiven a votar.