Mañana, 5 de noviembre, se celebrarán elecciones en Estados Unidos en las que se definirá no solo la presidencia de ese país, sino la composición del Congreso. A esto debemos añadirle la elección de 11 de las 50 gobernaciones, casi el 80% de los legisladores estatales, y cientos de cargos estatales, seguidos por jueces, alcaldes, concejales, y otras autoridades locales. También se votarán múltiples referendos a nivel local sobre temas políticos y sociales.
Obviamente, las elecciones que concentran la atención mundial son las presidenciales, donde todos los sondeos muestran un empate técnico entre el expresidente Donald Trump, del Partido Republicano, y la actual vicepresidenta Kamala Harris, del Partido Demócrata. Los contrastes entre ambos no podrían ser más evidentes y apelan a sentimientos que han estado presentes por décadas en la política estadounidense. Trump apela a un nacionalismo que resiente el efecto globalista en la erosión de la manufactura y la base industrial en ese país, la cual busca contrarrestar incluso con tarifas comerciales generalizadas. Quiere cerrar la migración ilegal y bajar la inflación abriendo por completo la exploración y producción de combustibles fósiles. Su política exterior, se centra en mantener a Estados Unidos fuera de conflictos externos y en reevaluar sus compromisos con la OTAN y su apoyo a Ucrania.
Por el lado de Kamala Harris, vemos una política liberal enfocada en lo doméstico, a reversar la decisión de la Corte Suprema que le devolvió a los Estados la decisión sobre el tema del aborto. Su política exterior propugna por mantener las alianzas y compromisos globales de los Estados Unidos y continuar con un decidido apoyo a Ucrania para enfrentar a Putin. En el tema de migración ilegal y energía fósil, la candidata demócrata claramente se ha desplazado hacia las posiciones de Trump. Faltará ver como abordaría su política comercial y la lucha contra la inflación.
Ahora bien, por la singularidad de la Constitución de los Estados Unidos, la elección presidencial no se hace por voto directo sino a través de un colegio electoral donde cada Estado le aporta electores a cada candidato dependiendo de sus resultados internos. Y en 43 de los 50 Estados es suficientemente claro quien tiene mayorías sólidas, por lo que sus electores ya están decididos y aparecen repartidos de manera equilibrada. Esto deja a los 7 estados restantes como determinantes de la elección. Ahí residen las llaves de la Casa Blanca.
Lo que sí puedo asegurar es que nuestro país no será indiferente a los resultados de mañana. Si Trump triunfa, las declaraciones agresivas y torpes de Gustavo Petro en su contra, garantizan cero química personal, con negativas consecuencias en la ayuda que se le ha otorgado a Colombia durante décadas.
Por otro lado, Kamala podría continuar la política de Biden que ha sido más tolerante con mandatarios de izquierda. Sin embargo, el talón de Aquiles de Petro será el descomunal incremento de cultivos ilícitos y su complicidad con Nicolás Maduro. No olvidemos tampoco que los republicanos parecen encaminados a tomar las riendas del Congreso, y por esos lados las relaciones serán más que desafiantes.
Siempre he sostenido que, independientemente de nuestra opinión sobre el país, Estados Unidos es la potencia indispensable en el mundo. La nación más poderosa en términos económico y militar, y la segunda democracia más grande después de India. Para Colombia, representa nuestro principal inversionista y socio comercial, además del hogar de dos millones de compatriotas. Le deseo lo mejor a la democracia norteamericana y al futuro que sus votantes escojan.