Pasadas las elecciones territoriales, Colombia no resiste más polarización. La inseguridad en las ciudades; el aumento de secuestros y ataques de organizaciones criminales que multiplican sus economías ilegales; la persistente pobreza y desigualdad; el estancamiento económico; la baja calidad de la educación que amenaza el futuro de los jóvenes; y un sistema de salud que debe fortalecerse sin destruirlo, deberían ser prioridades suficientes para crear acuerdos nacionales y soluciones de consenso. Si en menos de tres años que quedan de este Gobierno, el país sigue enfrascado en la división y el discurso ideologizado, y en la falta de resultados, el camino que nos espera será desastroso y el costo lo pagaremos todos.

Nadie discute que las elecciones que vivimos demuestran una vez más debilidades de nuestra democracia. Persiste la baja participación en varias regiones: en Cali votó apenas el 45 % de los inscritos y en el Valle el 50 %, cuando el promedio en Colombia llegó al 60 %. El voto en blanco fue alto: superó el 10 % en el promedio nacional de gobernaciones, con casos como el Valle donde llegó al 28 %. Abstención y voto en blanco indican preocupante apatía de votantes y falta de liderazgos más representativos. Así mismo, si bien desde 1991 el electorado de grandes ciudades vota de forma cada vez más libre, separándose de la política tradicional al elegir sus alcaldes, esto no ocurre en concejos, asambleas y gobernaciones donde las microempresas electorales y los cacicazgos políticos regionales siguen imponiéndose. En muchos casos, las listas y alianzas se dan por sumas y cuentas de votantes asegurados y no por ideologías o programas de partido. Son tendencias del sistema político que no se van a transformar en el corto plazo.

Pero pasadas las tensiones, amenazas y hasta crímenes vividos en los meses preelectorales, y la extrema polarización de los discursos, tenemos que seguir adelante como país. Y es deber del Gobierno Nacional y de los nuevos mandatarios abordar las crisis con actitud responsable, constructiva, decidida y eficaz.

Es cierto que la elección se convirtió en varios sitios en una especie de plebiscito sobre la gestión del Gobierno Nacional: el Pacto Histórico perdió en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga y en las gobernaciones de Cundinamarca, Antioquia, Valle, Atlántico y Santander. Al mismo tiempo, los resultados también expresaron el voto de castigo a mandatarios locales salientes con pobre gestión o cuestionados por corrupción.

Pero más allá de esto, de nada sirve quedarse en reclamar triunfos o derrotas y el país espera que el presidente Petro, sus ministros y los nuevos mandatarios elegidos no enfrasquen al país en nueva radicalización. Con actitud responsable, el Gobierno Nacional debería dejar de lado el discurso divisionista, y ante la atomización política del poder territorial es apremiante que el Congreso y los sectores sociales, políticos, económicos y medios de comunicación llamen la atención sobre la premura de enfrentar nuestros problemas con visión de Nación, con diálogo constructivo entre el centro y los territorios, independientemente de las tendencias políticas de los nuevos elegidos.

Es hora de dejar de lado las narrativas que alimentan odios y destruyen lo construido. Se necesita un liderazgo de un equipo de ministros capaz de interactuar con todas las tendencias políticas al nivel territorial. Solo así podremos resolver los desequilibrios del desarrollo entre regiones, atender las necesidades de poblaciones más vulnerables, impulsar los macroproyectos que requiere el país en su competitividad, y vigilar el buen uso de transferencias, regalías y otros recursos que se entregan a municipios, distritos y departamentos. Sería grave que, en un país con entidades territoriales autónomas, pero que dependen en muchas áreas del gobierno central, las divergencias políticas terminen afectando el bienestar de las comunidades. Con voluntad y visión autocrítica, este escenario postelectoral es una oportunidad para que el Gobierno Nacional frene la confrontación ideológica y se pueda avanzar hacia un gran acuerdo nacional.