Ha pasado una semana desde aquel domingo en que el presidente Petro sorprendió al país con un trino dirigido al presidente Trump que rompió con varias décadas de comunicaciones diplomáticas con ese país. Ese mensaje, que abordaba con absoluta ligereza asuntos políticos y de la historia de Estados Unidos, estuvo lejos de ser un accidente para la agenda del presidente Petro. Se trataba del trino que durante años deseó escribir.

Porque el presidente Petro, en su poco fructífera búsqueda de convertirse en un líder global (algo que lo lleva a olvidar con frecuencia que, en efecto, es el presidente de un país terrenal y concreto llamado Colombia), tiene claro que aprovechará el nuevo gobierno republicano de Estados Unidos para posicionarse como una voz disidente del hemisferio sur. Luego de decenas de trinos sobre procesos políticos de países de todas las latitudes, donde muchas veces sus palabras no han recibido respuesta de parte de líderes más mesurados, esta vez sí encontró en Trump un interlocutor tan impulsivo como él.

Mientras el Presidente profundizaba una crisis tan inconveniente bajo los ya conocidos argumentos de la dignidad y el anti imperialismo, el Gobierno Nacional avanzaba en la búsqueda de una solución desde los canales diplomáticos con el gobierno de Estados Unidos. Afortunadamente, las sanciones inicialmente anunciadas por la administración Trump fueron reversadas antes de entrar en vigencia. Sin embargo, las condiciones de deportación de colombianos volvieron a darse en los mismos términos inicialmente establecidos por el gobierno norteamericano pocos días después, mientras que miles de personas vieron frenados sus procesos de migración y de visado. La pelea del presidente Petro, desde la impulsividad y la falta de estrategia, estuvo lejos de cualquier triunfo.

El país debe saber a esta hora que el levantamiento de las sanciones inicialmente anunciadas está lejos de ser equivalente al final de una crisis. Las menciones diarias de Trump a Colombia en sus discursos y ruedas de prensa, y los largos mensajes del presidente Petro a Estados Unidos recuerdan que una fría tensión prevalece entre dos países que durante más de un siglo han manejado sus relaciones desde la mesura y los canales de la diplomacia. Hoy la impulsividad y el personalismo de los liderazgos twitteros pone en serio riesgo la continuidad de la estabilidad en esa relación.

Lo grave del asunto es que para ambos gobiernos es rentable, al menos en términos políticos (aunque no en materia diplomática o económica), mantener este clima de tensión. Por una parte, el presidente Petro intentará conectar su discurso de la dignidad y del anti imperialismo con la coyuntura electoral de 2026, mientras que Trump ha encontrado en el caso de Colombia un ejemplo para mostrarle al mundo entero su mano dura a la hora de imponer sanciones a los países que no acepten sus términos.

Por el tono de los discursos de ambos mandatarios y la manera en que el presidente Petro busca casi a diario enviar mensajes desafiantes al gobierno de Estados Unidos, está lejos de ser el final de la crisis diplomática con el que ha sido el aliado más importante de Colombia en el hemisferio. No solo prevalece la tensión, sino también la inquietud cada vez más clara de porqué si Petro ha decidido poner en riesgo nuestras alianzas geopolíticas más importantes de la región por sus impulsivos pronunciamientos, solo ha escogido no levantarle la voz al tirano Nicolás Maduro.

La respuesta a esa pregunta se hace cada vez más clara.