En una estrategia propia de una autocracia 3P (populismo, polarización y posverdades), el gobierno pretende echar culpas casi 2 años atrás sobre sus propias decisiones, acciones, resultados y omisiones.
¡Seamos sinceros, es entendible! Cómo más protegerse frente al hecho de una economía creciendo 4 trimestres cercano al 0%, 5 trimestres seguidos cayendo a doble dígito en inversión, la industria cayendo más de 12 meses, el comercio 18, y cifras rojas en vivienda, infraestructura, restaurantes, varios servicios, turismo interno, entre otros.
Qué más esperar de quienes en cabeza de la propia vicepresidenta se quejaban de “500 años de sembrar en nuestro país una política de muerte…”, como si nuestra república tuviese siquiera la mitad de esos años de existencia.
Así comprendemos por qué ahora se habla de una reforma tributaria, supuestamente para corregir los errores del pasado y bajar la tasa impositiva corporativa. Se les olvida que, a pesar de subir la tasa en 2021, se eliminó el impuesto al patrimonio y se sostuvieron exenciones de ICA e IVA en bienes de capital, la eliminación de renta presuntiva, y otros beneficios, manteniendo así una tasa combinada empresa-socio relativamente estable a la existente. También olvidan que ellos mismos reinstalaron el impuesto al patrimonio, eliminaron varias de las exenciones y sostuvieron la tasa de impuestos corporativa (pudiendo bajarla), elevando allí sí la tasa combinada empresa-socio del 40 al 60%, elevando el costo de capital. Todo lo anterior para materializar la “crónica de una muerte anunciada” de que se iba a caer la inversión como sucedió en 2023 y 2024 (bajando del 18 al 11% del PIB).
Tampoco cuentan que en el primer trimestre del año 2024 los gastos primarios (sin incluir intereses de deuda) crecían al 22% mientras que los ingresos tributarios lo hacían al 4%, y menos dicen que los pagos de intereses de deuda según el marco fiscal cayeron en valor del 2022 al 2023, desmontando la falacia de que aumentó en ese año el presupuesto de intereses de financiamiento.
Pero bueno, aceptemos que es un gobierno que no reconoce sus desaciertos. Siempre será fácil usar el retrovisor, así ya no sea creíble. Pero es bueno hacerse algunas preguntas, aún sin contestar:
• ¿Es una reforma tributaria o es una ley de financiamiento que busca recaudar más recursos para seguir derrochando en 2025?
• ¿Cómo pagar más tributos genera reactivación?
• Si la reactivación es urgente ya, ¿para qué una ley de financiamiento que, además de desactivar la economía, solo se podrá aplicar hasta enero de 2025?
• ¿Para qué más impuestos, si supuestamente por cerrar los diferenciales de precios de gasolina se ahorraron 38 billones anuales? ¿En qué se los están gastando y por qué, entonces, hubo necesidad de recortar 20 billones adicionales?
• ¿Por qué presupuestaron ingresos en 2024 que sabían no iban a lograr? ¿Lo hicieron para aprobar un presupuesto excesivo?
• ¿Para qué más impuestos, si con la reforma pensional en el 2025 tendrán probablemente disponibles unos 15 billones adicionales?
Estas dudas, y otras más, plantean de nuevo la urgencia de una mejor reforma tributaria que es crecer con un plan urgente de reactivación y de construcción de confianza y un plan de austeridad en el gasto público que hoy es excesivo.