Fabio Echeverry Correa es recordado como un gran dirigente gremial, pero sobre todo, por ser un hombre frentero, de principios y valores inquebrantables, de los que dicen las cosas por su nombre, de los que les duele el país de verdad y lo defienden, de los que no están pensando en agradar o en congraciarse con el poder. Transcurridos cinco años y cuatro meses de su muerte, resulta imperativo recordarlo, con sus virtudes y defectos.
Qué mejor para hacerlo que con el reciente libro de conversaciones de Mariana Lloreda Garcés con Echeverry. En tono ágil y sin la pretensión del periodista que busca figurar, ofrece un pincelazo de su vida personal y de su visión de la política, el narcotráfico y el acuerdo con las Farc y, sobre todo, de la responsabilidad del sector privado con el país. Un diálogo amable que cobra fuerza, con anécdotas y reflexiones, relevantes para la coyuntura.
“La gente se distingue por lo que trabaja y por la forma como se comporta, por las ideas que defiende y por los logros que obtiene, pero si es muy rico o no, no es una gran carta de presentación”, “el que hace el bien a la larga debe tener premio y el que hace el mal a la larga debe tener castigo; esas son dos reglas de oro que han regido a las sociedades que progresan y que brindan un bienestar y un crecimiento serio a sus habitantes”.
“Me gusta y me ha gustado siempre llamar las cosas por su nombre”, “lo negro es negro y lo blanco es blanco, lo correcto es correcto y lo incorrecto no”, “la ética, la moral o la corrección han sido un patrimonio que heredé y que he cultivado y del cual me siento muy orgulloso; me siento más orgulloso de eso que de tener dinero; son las que te dan la autoridad moral absoluta para poder criticar y decir lo que a uno le venga en gana”.
“Nunca nos dio miedo hablarle al gobierno con la verdad”, “con los gobiernos siempre hay distanciamientos y peleas que obligan a la reconciliación”, “cuando [el Presidente] hacía una crítica pública al aire yo le contestaba al aire, en público”, “la Andi optó por un papel colaboracionista a partir del doctor Luis Carlos Villegas, vive en función de los intereses del Gobierno y viendo qué le apoyan al Gobierno y qué le alaban al Gobierno”.
“Las empresas tienen una labor muy importante en la defensa de la democracia y en todas partes del mundo ejercen su poder económico también para esto”, “no hay que pensar que la democracia es desorden; es orden y a veces debe ser muy estricta”, “las posiciones [de los empresarios] muchas veces deben ser encaminadas a una clara defensa del sector privado nacional, de la democracia y del sistema de libre empresa”.
“Hay cosas en la vida que se deben aclarar hasta el fin. O la ley gana o a la ley le ganan, o rige e impera y se respeta la ley o el delincuente gana y no opera la ley. O uno vive en un país donde no hay normas ni reglas u otro donde hay leyes, normas y reglas. Yo quiero pagar impuestos en un país donde opere la ley, donde mis impuestos y los de todos, se gaste en ver que la ley se cumpla y que exista respeto entre los habitantes”.
“Yo estoy altamente preocupado por lo que les toca a ustedes. Yo ya con 83 años, pues ya sé que el cocinado de esto, lo que me tengo que comer es muy poquito. Ya no estaré aquí en uno, dos o tres años. Sin embargo, yo defiendo esto como si fuera a vivir aquí cien años. Lo considero parte de mi obligación por haber vivido aquí, por haber estado aquí, por haber recibido lo que he recibido. Y por eso es que a veces discuto y peleo”.
Fabio Echeverry Correa fue uno de los imprescindibles. Como él, van quedando pocos.
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