La bochornosa, desagradable y lamentable presentación del venido a menos ‘Antanas Mockus’ darienita en una discoteca de su pueblo, donde ejerce la cada vez más desprestigiada labor de alcalde debería ser un campanazo de alerta sobre los personajes que se escogen para dirigir los destinos de una ciudad.
Ahora que estamos en plena temporada electoral, los delirios del ‘stripper’ deberían servir para llamar la atención sobre todo ese mundillo de personajes que en temporada electoral aparecen y reaparecen para buscar los votos de la ciudadanía.
Y aunque el alcalde y sus defensores dicen que le dieron una sustancia y que fue ‘emburundagado’ cuesta creerlo cuando tiene antecedentes por escándalos similares en el pasado. La Procuraduría anuncia investigaciones y serán finalmente los entes de control los que tomarán la decisión final.
Mientras tanto, algunos incautos siguen cayendo en las redes de muchos embaucadores de opinión, expertos en tergiversar, enredar, disfrazar las culpas, entregarlas a otros, nunca responsabilizarse por sus actos. Ese tipo de individuos abundan en la política, pero se manifiestan especialmente en esta temporada electoral.
Vale la pena detenerse en varios aspectos para ejercer un control previo sobre esos ‘tipejos’ que esperan convertirse en mandatarios locales. Lo importante es no repetir errores, porque luego de que el alcalde se posesione es claro que los errores mayúsculos difícilmente los aceptarán y menos los conducirán a una renuncia o relevo de su cargo.
Entonces el electorado debe fijarse muy bien quiénes son esos candidatos que aspiran a regir sus destinos. Por lo tanto, lo primero que debería la ciudadanía tomar en cuenta es la catadura moral de esos aspirantes, qué ha hecho en su presente y en su pasado, escudriñar su hoja de vida, en suma establecer si se trata de alguien decente que valga la pena confiar en él. Para eso hay varias claves, además de lo anterior, porque también determinar cuáles son sus relacionamientos, sus amigos, la gente que está detrás de él permite visionar cómo será su comportamiento. Esos candidatos desesperados por tejer alianzas hasta con el ‘diablo’ no son confiables, las experiencias indican que terminarán traicionando sus propios ideales y le deberán una vela a cada santo (¿o demonio?) con el cual se unieron.
Lo otro, sin duda, es analizar sus propuestas. Esos aspirantes que prometen lo imposible, que viven llenando castillos de ilusiones son peligrosos, mentirosos y solo buscan complacer una galería ávida de que les mientan, de que les pinten pajaritos en el aire, sin establecer si esas promesas se pueden cumplir.
También hay que desconfiar de esos candidatos que aparecen como los grandes salvadores, sin ninguna experiencia administrativa, llenos de buenas intenciones, pero que no saben un carajo de cómo se mueve la oficialidad. Muy capaces en sus actividades personales, pero torpes y fáciles de confunidir en el sector público.
Muchos de estos aspirantes tienen la habilidad de camuflarse, sonreír fácil, tomarse fotos con niños y recorrer barrios y sectores por los cuales en su vida nunca pasaron antes. En esta época son capaces de montarse en bus, bañarse en el río y tomarse una cerveza en cantina, pero al final todo hace parte de una gran puesta en escena en la que la falacia es la reina.
Hay que abrir los ojos, no estamos para más improvisaciones, corruptelas y mentiras. Es la hora de elegir bien y no pasar vergüenzas y desaciertos que dejan a los municipios al borde del abismo.
Sigue en Twitter @Gerardoquinte