El año avanza y nuevos libros llegan. Leo por estos días La Sombra de Orión, nueva apuesta de Random House, un libro estremecedor y aterrador. Pablo Montoya ha producido una obra monumental, dolorosa porque nos enfrenta con los peores terrores de este país. La historia de ficción está basada en los hechos sucedidos en la comuna 13 de Medellín, la controvertida Operación Orión que se adelantó en octubre de 2002 y tenía como propósito expulsar a las milicias de la zona.

Sin embargo lo que sacude en la obra de Montoya no es la ficción, sino comprender que hay una extensa investigación que termina convertida en una obra de 500 páginas. La triste paradoja es llegar a la conclusión que lo que comienza leyéndose como una trepidante novela termina siendo una cruda realidad en la que lo único ficcionado son los nombres de los protagonistas. El alcalde Peralta, la operación dirigida por los generales Montuno y Gallo, y la participación clave de Bejarano, el cojo, jefe de los grupos paramilitares de Medellín.

“Vengo del fuego y voy hacia él. Soy tierra calcinada. En mi sangre, brasas sin tregua. Resuenan las reyertas en mí como si yo fuera la extensión de un desagravio jamás consumado. Me llamo Ofelia María Cifuentes y estoy en La Escombrera. Aquí solo hay una oscuridad compacta. Polvo, piedras y basura”. Así comienza uno de los capítulos más dramáticos de este libro que es el resumen del interminable conflicto en Colombia.

Un mar de dolor en el que navegan la miseria, falta de oportunidades, narcotráfico, guerrilla, paramilitares y un Estado indolente que muchas veces, cuando hace presencia, llega a mentir, destruir o estigmatizar. Es un libro aciago, que hay que leer con el corazón apretado; cómo es posible que se sucedan tantas violencias en tan poco espacio y que todo ese haya sucedido en la segunda ciudad más importante del país.

Allí en la Comuna 13 está la escombrera, la que se cree es la gran fosa común de Colombia. Cientos de desaparecidos están allí entre desechos de construcción. “Aunque se decía que ahí estaban muchos desaparecidos, quienes lograron que el foco de atención se centrara allí ha sido un grupo de madres que son de la comuna 13, se llaman ‘Mujeres caminando por la verdad’ (…) Una de las constataciones que tuve cuando hice este trabajo de campo, lo que sentí, es que toda esa gente desaparecida es gente buena que estaba en el lugar donde no debía estar, que fueron golpeados por el garrote de Orión...”, explica Montoya.

En La sombra de Orión no hay tiempo para descansar. La prosa es vertical, no hay concesiones, es un libro que se termina de un tirón o se deja en las primeras líneas. Es una novela personal, visceral; el que la aborde no sale incólume. Fue tan grande la carga que llevó Montoya que quedó exhausto tras escribir la novela. De hecho no quiere volver a escribir sobre la violencia en Colombia. “Es como si me hubiese desbordado todo eso”.

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