No será fácil el último año de mandato para el alcalde Jorge Iván Ospina. Los índices de desfavorabilidad son elevados y todas las encuestas lo advierten. Un golpe duro para un alcalde que en su primer mandato logró gran popularidad y reconocimiento en diferentes sectores que justamente le permitieron llegar a este dramático segundo episodio.
El sol está a sus espaldas, les ocurre a todos los gobernantes al final de sus mandatos, lo complejo es que a Ospina esa luz lo ha quemado desde su segundo año y casi que no ha tenido sombra en la cual resguardarse.
El médico Ospina es un hombre inteligente, hábil políticamente y sabe que este último año puede ser clave para recuperar prestigio y credibilidad. De lo que haga también dependerá su futuro en la política.
Por eso la primera apuesta debería ser liderar un mecanismo de transparencia que le permita adelantar contrataciones y licitaciones libres de máculas. Esto será fundamental para recuperar confianza en la ciudadanía.
A lo anterior habría que sumarle un trabajo articulado, exigente y que involucre a todos para luchar contra la inseguridad. No hay un problema que más afecte a la ciudadanía que los delitos de alto impacto que se están registrado en Cali. Sí, hubo una reducción de homicidios y eso es valioso, pero es necesario demostrar que no obedece a una situación coyuntural sino a un trabajo articulado. Hasta ahora no hay política pública de seguridad y tampoco se ve que la Fiscalía, la Policía y la Alcaldía trabajen bajo una estrategia coordinada. Si se redujeran esos hechos delincuenciales y se generara un clima de tranquilidad, Ospina recuperaría gran parte de su popularidad, no me cabe duda.
El otro tema crucial será el MÍO. El alcalde sabe que no puede dejar al garete este servicio: una ciudad colapsada, sin sistema de transporte público, sería el peor escenario para el remate de su administración.
Pero Ospina no puede hacer lo mismo de siempre, endeudar a la ciudad y meterle dinero a un sistema que ya probó que no es viable. Lo que podría hacer es quitar ese monopolio, que entren nuevos operadores, integrar a las gualas, los buses urbanos que quedan, hasta los piratas, porque no hay otra forma de salvar el modelo de transporte público en Cali. Si este gobierno no solo salva sino que le da un ‘timonazo’ al MÍO gozará del reconocimiento de miles de personas que usan el sistema.
En relación con las grandes apuestas urbanísticas, Ospina seguramente no alcanzará a terminar ninguna. Pero sí podría dejar los cimientos de dos que en mi parecer son los más importantes: el Parque Tecnológico y de Innovación San Fernando, por lo que representaría para la educación, y el Bulevar de San Antonio, que generaría un cambio importante en el Centro. Conectaría con el Bulevar del Río y convertiría esa zona de Cali en un espacio para caminar y ser el gran corredor turístico de la capital del Valle. Cinco retos que de sacarlos adelante, significarían una bocanada de oxígeno al gobierno local.