Alguna vez Juan José Hoyos, uno de los grandes maestros de este oficio, se cansó de ser periodista. Se hastió y le dijo a su amigo el escritor Ernesto Sábato que abandonaría el periodismo “para no corromper más su alma”. Sin embargo, aunque Hoyos se hizo escritor, lentamente volvió al periodismo. Él recuerda que como no pudo cargar bultos como hubiera querido porque Medellín no es un puerto sobre el mar, entonces volvió a lo que sabía, contar historias, bellas historias. Esta reflexión viene a propósito de que un grupo de estudiantes me preguntara qué significa la pasión por el periodismo. Y pensaba en lo que le sucedió al maestro Hoyos, que a pesar de sus decepciones, no renegaba de la posibilidad de narrar. O como recuerda Leila Guerriero, la brillante periodista argentina, que resume el oficio como el arte de activar el noble ejercicio de la curiosidad y, a su vez, darle al otro su momento, facilitarle el contar su historia.
Justamente pasión periodística es la que tienen tres colegas y, por fortuna, grandes amigos míos. Que sacrificaron su tiempo de descanso, las horas en familia, los momentos de reflexión y ocio para recuperar la historia de un deportista caleño, ídolo en Avellanada, Medellín, y poco valorado en la ciudad. Jorge Enrique Rojas, Hugo Mario Cárdenas y César James Polanía combinaron sus saberes y entregaron un potente trabajo periodístico que ha trascendido las fronteras. Su documento sobre Alveiro ‘El Palomo’ Usuariaga conecta con las generaciones de ayer y con las de hoy. Es emocionante ver a los ‘millennials’ repasando la vida de un futbolista que nos clasificó al mundial del 90 después de 30 años de no asistir; que se consagró en el fútbol argentino y abrió las puertas para que otros colombianos jugaran en ese país; que llevó a Nacional a conseguir la primera Copa Libertadores. El mismo al que todo un estadio teñido de rojo coreaba con un grito al unísono para que hiciera su entrada triunfal en el Pascual: ¡Usu, Usu, Usu! No somos dados en esta región a construir sino a destruir. Que tres periodistas de esta casa editorial se dieran a la tarea de ‘revivir’ y homenajear a este deportista ya de por sí es meritorio.
Entonces les respondo a mis estudiantes. Eso es pasión, chicos. Es cuando contar una historia se vuelve una obsesión. Es cuando estás en el barrio y la gente te habla con orgullo de su ídolo olvidado como si fuera el primo que saludaron esta mañana. Es cuando la familia se emociona al constatar que por fin alguien se preocupó por ese chico que fue sobrepasado por su grandeza deportiva. Una lección de tres periodistas que se esforzaron por recuperar la memoria en una ciudad que tiende a devorar sus héroes deportivos.
Gracias, además, por recordarnos que este brillante trabajo periodístico es, como dice Juan José Hoyos, un auto de fe contra la velocidad. “El peor enemigo que tenemos en el oficio, hoy por hoy, es la velocidad que nos marea, que no nos deja ver, que no nos deja escuchar, sabiendo que escuchar es lo más lindo de este oficio. Que para poder narrar, primero hay que saber escuchar”.
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