Estamos impactados por la muerte de Gabriel González. Y como esta es una sociedad instantánea la gritería, pasión y normas para condenar el crimen no se detienen. Pero lo que es peor, esta ‘visión’ oscurece el panorama, lo distorsiona y per se, ahora todos los padres separados son potenciales “papás Gabriel” capaces de asesinar a sus hijos. Considero a los hombres que esta semana estén discutiendo con sus exparejas medidas de separación porque casi puedo asegurar que perderán sus alegatos. Con el impacto de la maldad de este hombre asesino, a todos los demás los cubrirán con la misma cobija.

Lo más difícil en nuestro mundo es encontrar equilibrio. Qué concepto tan difícil de practicar. El Kybalion, libro antiquísimo ya lo dice: “Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera”. Todo lo micro es fiel reflejo de lo macro. Siempre hay una cierta correspondencia entre las leyes y los fenómenos, entre los estados del ser y de la vida. Todo está correlacionado. Traducido entonces significa que se vive una gran crisis mundial generada por una cultura patriarcal que considera al poder como su baluarte y su instrumento para tener el control.

Y aun cuando parezca imposible de asimilar, (no nos lo enseñaron) en el amor siempre, siempre, está escondida una lucha de poder a través del dinero, del sexo, de los hijos, la fama, el éxito… y esa guerra soterrada no permite una sana convivencia que nunca podrá ser tranquila. Pero sí puede ser creativa y enriquecedora. Cuando decides amar no puedes decir “ya lo encontré, ya llegué”, sino por el contrario “inicio, comienzo” porque el amor es un camino que todos los días comienza y jamás se termina de llegar a una meta de plenitud. ¡Es el amor!

Entonces, ahora el hombre está en el banquillo. Y soy consciente de su abusivo e incontrolable poder. Por algo me considero defensora de la mujer. Pero el ‘empaque’ hombre o mujer no puede llevarnos a distorsionar la realidad de que existen ‘empaques mujer’ con una agresividad masculina tan maléfica como la de los perversos hombres que hoy están en el banquillo. Tal vez la mayor diferencia es que no hay tantos casos de mujeres que por venganza, asesinen a sus hijos. Pero sí ejerce una violencia psicológica descarada y sutil donde utiliza (y daña) a los hijos con un cinismo estremecedor.

Acuérdense, no se ‘ven’ los efectos de la venganza femenina, mientras los hechos masculinos son notables y notorios. Al alma no se le pueden tomar radiografías ni existe prueba reina que retrata el crimen. La venganza femenina se centra en ese niño o niña que empieza a ver a su padre hombre como ‘malo’, a desconfiar de él y a construir un desequilibrio que perpetua el esquema patriarcal (cambiando de roles) de buenos y malos, poderosos y sometidos.

La cultura cree que la maternidad da título o que todas las madres son buenas “por naturaleza” como si dar a luz un hijo volviera a la mujer santa y perfecta. La madre también hace daño y a través de la culpa somete a sus hijos a una descarada dependencia. Desmitificar a la madre es necesario como requisito para una sociedad más equilibrada. En definitiva, lo que existe es un problema de salud mental. Encandelillados con la razón, el dinero y el consumismo, se nos olvidó mirar al ser humano integral. Hoy vivimos las consecuencias. Urge el equilibrio.