Carros autónomos. Drones que disparan. Cámaras que detectan parpadeo. Robots anti todo. Mucho se habla hoy de las capacidades de la inteligencia artificial, algunas reales pero muchas exageradas. En todo caso, en Colombia y en Cali no tenemos ni que pensar en los niveles de ChatGPT para que la tecnología esté a nuestro servicio. Primero tenemos que lograr que sus formas más sencillas dejen de ser tan exóticas en estos rincones.
Es cierto que la tecnología es un gran aliado de la seguridad, pero aquí no hemos llegado ni al mínimo de tecnología básica ideal para solucionar desafíos del día a día. La Policía necesita radios que funcionen, georreferenciación automática de las llamadas de emergencia, CAI y estaciones con computadores suficientes y, lo más conocido, cámaras que funcionen.
Terminemos con lo más sencillo que podrá no generar titulares de prensa, pero sí generará un impacto. Cali necesita, claramente, más y mejores cámaras. Habrá unas último modelo con mil y una capacidades novedosas, pero lo más urgente es que funcionen las que hay de manera constante y que se usen de manera preventiva.
El sector público tiene que innovar, de forma urgente, en hacer frente a los constantes obstáculos que frenan la contratación del mantenimiento anual de esos equipos. Y aunque la búsqueda de soluciones creativas es casi que antítesis de la gestión pública honesta, funcionarios decididos y comprometidos pueden encontrar fórmulas que acaben con el desastre de seguir invirtiendo en tecnología que termina siendo inútil.
La tecnología sola, como las cámaras, sirve para poco. Tiene que estar enmarcada en una estrategia seria que establezca objetivos y mecanismos. Debe, además, destinar recursos humanos para que su potencial sea aprovechado. Cali, por ejemplo, está en mora de destinar personal civil para apoyar la gestión de la tecnología de video vigilancia. La Policía necesita ayuda y equipos de civiles acá podrían hacer de forma efectiva lo que ya hacen en otros municipios: monitorear cámaras en tiempo real e ininterrumpido para prevenir delitos.
Los equipos de video que hay se beneficiarían de mayor integración y mayor capacidad. Estamos en mora de que con el nivel de hurto de carros y motos las cámaras de video vigilancia puedan identificar placas. Hoy, la gran mayoría, no lo hacen. Un sinsentido.
Nos hablan de comprar drones, cámaras ultramodernas que detectan caras, sensores de una y otra vaina. Chévere, noticioso, novedoso. Pero en una ciudad donde los policías no tienen equipos suficientes para hacer trámites de judicialización, donde los radios están casi que obsoletos, donde no hay gente para ver cámaras y donde lo más elemental es todavía raro, nos falta mucho pelo para el moño.
Ojalá los que inician campañas reconozcan la urgencia de invertir en tecnología para la seguridad, pero que partan del gran vacío de lo básico que no tenemos. Arranquemos con la inteligencia de la tecnología elemental.