En reciente columna publicada por El Espectador, Humberto de la Calle escribió: “Pero este es el momento de la táctica. Hay que escoger un candidato. El 23 de marzo puede ser tarde. Que se pongan serios. Que entiendan que estamos de afán”.
Este llamamiento a la cordura de quien, a mi juicio, es el político más ilustre que tiene Colombia, por su inteligencia y su conocimiento a fondo del país, es lo mismo que en reunión que hubo hace unos meses en Cali les expresé a cuatro de los candidatos de la Coalición de la Esperanza, Galán, Robledo, Fajardo y Cristo. De la Calle no estuvo.
Allí les dije que diferir el escogimiento del candidato de ese sector a las elecciones congresionales de marzo 23 de 2022, es un craso error porque en los meses que faltan los competidores pueden alcanzar tasas de reconocimiento más altas, particularmente Gustavo Petro, pues no creo que el candidato de la extrema derecha que salga del cubilete de Álvaro Uribe tenga músculo suficiente luego del desastre administrativo del actual presidente, a quien no pueden elogiar pues es imposible, y tampoco atacar porque eso sería peor para ellos.
En reciente almuerzo de un grupo de empresarios y políticos, al que fue invitado Juan Manuel Galán, le comenté esa inquietud y dio una respuesta razonable: que sacar ahora el candidato de ese sector sería someterlo a dura confrontación, no sólo de los adversarios sino también de los medios de comunicación que lo acosarían sin piedad.
A propósito de Juan Manuel Galán, todos los que escuchamos su disertación en ese convite, salimos admirados de la profundidad de sus ideas, de su conocimiento de los problemas nacionales, de lo sensatas que son las soluciones que propone si llega al poder. Su juvenil figura, el excelente manejo del idioma, su limpia trayectoria política, prueban que tiene credenciales suficientes para ser un magnífico mandatario. Le manifesté que yo lo veía en cualquiera de las fórmulas que presente la Coalición de la Esperanza, bien de candidato a la presidencia o bien a la vicepresidencia.
Le insinué que ahora que el Nuevo Liberalismo readquirió personería jurídica, no es conveniente que lance listas propias a Senado y Cámara, y que lo mejor sería que líderes como Iván Marulanda, por citar un ejemplo, integren las planchas de la Coalición.
Como lo he escrito en esta columna y dicho personalmente a los precandidatos de la Coalición, la negativa que le dieron a Alejandro Gaviria para competir con ellos en la consulta de marzo, pone al centro del espectro político en serias dificultades porque la unidad de ese sector es necesaria para triunfar en la justa presidencial. En próxima columna fijaré cuál será mi posición frente a este asunto.
La única esperanza que tenemos los colombianos de que cese esta asfixiante polarización, que puede desembocar en una tragedia peor que todas las que hemos padecido, está cifrada en que a la Casa de Nariño llegue el 7 de agosto de 2022 un presidente alejado de los extremos, ni de derecha ni de izquierda, que pueda devolver la concordia a todos los compatriotas, para que no sigamos viéndonos como enemigos irreconciliables.
Como dijo De la Calle: “estamos de afán”, porque los días corren, y los extremos tienen aceitadas sus maquinarias. Como sentenció alguien por ahí: ojo con el 2022, que está a la vuelta de la esquina.