Armando Barona Mesa es un hombre pleno. Tiene ya la edad de mirar hacia atrás y ver que no ha sido poco lo que ha realizado y lo ha hecho bien. Ha sido un abogado de aquilatados méritos, un profundo investigador de curiosidades históricas, ensayista y periodista brillante, un amigo imponderable, un humanista de pies a cabeza, un galán de toda la vida e infatigable cantor de su esposa Ruby, porque además es poeta de cinco títulos. Se ha desempeñado como senador de la República y como embajador en Polonia y en las Naciones Unidas. Apenas si se habrá embocado mal en algunos escarceos de la política, pero en ese terreno todos nos equivocamos. Y continuamos.
Desde los años de mi juventud de rabioso descontento pero de infatigable bailotear, del Danubio Azul a Juanchito, de Picapiedra al Abuelo Pachanguero, tuve el privilegio de su amistad, compartida con el Monje Loco Elmo Valencia y con Juan José Saavedra, dos escritores que recién partieron, y no fue poco lo que aprendimos de la experiencia y el talento de nuestro titán del foro. Cuando marchamos para Bogotá a hacer la vida literaria nos aprovisionó de sacos y de consejos que mucho nos abrigaron.
De todas sus virtudes la que más me apasiona es su espíritu rebuscador por entre los meandros de la cultura, empezando por su espesa biblioteca ante cuya sola contemplación uno se extasía, por su afán de desentrañar misterios de personajes del pasado que no dejan de inquietar, pero ante todo por el orgullo que siente de ser un jardinero poético, labor que desempeña en la bella quinta que tiene por la carretera al mar, donde suele llevar a sus amigos a cantarle a la vida con el disfrute. De entre los conceptos que he oído sobre la poesía, este, del poeta alemán Holderlïn, me parece el más preciso y precioso, y como escrito para el amigo que nos ocupa. “Lleno está de méritos el hombre, mas no por ellos, sino por la poesía, hace de esta tierra su morada”. Por la poesía, Armando Barona cada vez es más pleno y mejor morador de su paraíso.
Ahora acaba de dar a la luz editorial el libro de poemas y un ensayo, La sombra del ruiseñor. No el canto del ruiseñor sino de su sombra, lo que ya alberga la metáfora del ser que existe más por lo que hace que por lo que es. Más que su cuerpo menudo el ruiseñor es su canto que nos asombra. Poesía a la vez introspectiva y exteriorista, de caminante embriagado por las pasarelas del mundo, poesía de repaso de la existencia, pues se recorre la realidad encantada y el mundo de los sueños y del pasado. Es un canto a las maravillas naturales desde su óptica campestre pero también al paisaje de hormigón de las grandes ciudades donde el espíritu se abisma. Y a los amigos de la vida con quienes se comparte el vino de la tierra y la ebriedad de las nostalgias.
Llama la atención un par de versos de alcance filosófico y psicológico del poema El hombre y la vida, que definen en forma doble a este asteroide que canta: “Un monstruo me devora, soy yo mismo. / Un ángel me rescata, soy yo mismo”. Porque somos a la vez el que hiere y el que sana, el que se castiga y el que se defiende. Somos dúplex, contradictorios, no bipolares. Como el personaje de Stevenson.
El lanzamiento de La sombra del ruiseñor tendrá lugar el próximo jueves 14 de diciembre a las 6:30 p.m. en el Auditorio Comfenalco Valle, Cra. 9 No. 5-23, frente a la Plazoleta de Mercurio. Convocan la Fundación Humanismo y Medicina y El Bando Creativo. Y por supuesto el amigo que nunca falla, Gabriel Ruiz Arbeláez, de NTC. Presentan Amparo Romero Vásquez y la bella Betsimar Sepúlveda. Habrá copa de vino para todos los asistentes.