Si hay algo que haga llorar el alma es la muerte de los amigos, que ya en la edad crecida se van yendo como la luz. En cambio, si hay algo que la emocione y la regocije, son los generosos cumpleaños de los compañeros sobrevivientes. Y si esos amigos son dos, y si son pareja que superó las bodas de plata, y si celebran el mismo día sus 93 y 92, y uno ha sido testigo de su periplo, la festividad se agiganta y hay castillos y voladores estallando jubilosos en el almario. Son ellos el poeta Marco Fidel Chávez y la pintora y también poeta Ofelia Ocampo Ramírez.

Con el Monje Loco Elmo Valencia, desde cuando comenzaba el jolgorio del nadaísmo en 1960, solíamos sentarnos a beber cerveza en el Café Colombia y el Tamanaco, con nuestros infatigables anfitriones el ingeniero Carlos Donneys (+), Armando Holguín Sarria(+), Max Rey (+), Ever Cordobez (+), Leonel Brand (+), Samuel Correa (+), Juan José Saavedra (+), Bonifacio Terán y Galindo (+), el “mono” Germán Ángel Naranjo (+), Pedro Antonio Gaitán (+), Pinedita (+), José Luis Garcés Rentería (+).

Y quien presidía las mesas, por su conocimiento ecuménico, su dominio de la filosofía alemana y la poesía española, y el prestigio de su reciente libro Oscuro meridano, era Marco Fidel Chávez, o “Marcocha”, como lo solía designar en broma su discípulo amado Alberto Rodríguez, el nadaísta de Cartago (+). El Café Colombia y el Tamanaco, sitos en la cuarta con diez, también murieron.

De todos los romances que se forjaron en aquella época éste ha sido el más firme, rayano en la devoción, en la sublimación amorosa. Nunca hubo una separación, por pequeña que fuese, y en cambio sí una permanente solidaridad y complementación en sus visiones del mundo desde la óptica de la estética.

Los poemas de Marco Fidel muy pronto se tomaron el mundillo cultural de esa época prodigiosa. Todos andábamos con sus versos a flor de labio. Era una estética nueva, proveniente en gran parte del monstruo Neruda, del inmenso Walt Whitman y de todos los grandes del mundo que comenzaban a circular en ediciones profusas.

Siempre ha gozado Marco Fidel del aprecio del mundillo de la cultura y de la academia. Mimado de la Universidad Santiago de Cali y de su admirador número uno Armando Holguín, quien recitándoles sus poemas en el oído se levantó miríadas de muchachas.

Elmo había sido su compañero de andadas juveniles y a su regreso de su exilio de estudios en Norteamérica fue recibido por Marco quien lo depositó entre la cochada del nadaísmo por cuanto venía con una literatura extrañísima que fue recibida una admiración lindante con la idolatría. Así, fue recibido con alborozo en el semanario literario Esquirla que dirigía con Alfredo Sánchez. Y en las páginas del diario liberal El Expreso, en el aniversario de la muerte de la diosa de Hollywood publiqué la Oración por Marilyn Monroe de Ernesto Cardenal y el Antiréquiem de Marco Fidel que comenzaba: “Electrónica gata llena de pecas como islas sonoras, / yo amaba solamente tus caderas lejanas como tundras, la abstracta soledad de tus cabellos de pantera». Y para presentar esas cinematográficas oraciones escribí Los inadaptados no te olvidamos Marilyn, que ha sido mi poema bandera.

La obra poética de Marco Fidel queda establecida en el tríptico Batalla por la luz, en el que figuran, además de Oscuro meridiano, Edipo negro y Tiresias el vidente. Libros de una compacta estructura y un arte poética inquebrantable. Es posible que la navegación lírica que a su vez asumió Ofelia, y que aún no conocemos, siga el derrotero de su marido.

O plantee una nueva percepción desde su perspectiva pictórica. Es una victoria de Ofelia, pues convivir con un genio no es cosa fácil, pues son por lo general malos genios. A los cuales no hay que pisarles las mangueras.

Tuve noticia de la gloriosa celebración por una entrega del noticiario que dirige otro de los afectuosos amigos de Marco Fidel y de todos, Gabriel Ruiz, que recomiendo consultar a todos los interesados: http://ntc-eventos.blogspot.com/2019/08/marco-fidel-chavez-el-cumpleanos-del.html