Confieso que me da pena haber abusado de la paciencia del público lector y los anfitriones, manteniendo vivo un movimiento que fue tan artístico y literario como social, creado en nuestra juventud sesentera, y por el que casi nadie daba un centavo. Los críticos decían que era un sarampión pasajero de niños terribles que querían epatar a la burguesía y espantar beatas. Pero tanto burguesas como beatas cayeron en nuestros brazos poco dados a otros esfuerzos. Y los críticos y enterradores han quedado con un palmo de narices viéndonos celebrar nuestros 60 años en ciudades y pueblos de Colombia, de Norte y Latinoamérica y Europa.
Ha desaparecido gran parte de la gallada, empezando por Gonzalo Arango, su fundador, hace ya 43 años, pero el mundo nadaísta siguió girando. También fueron pasando renuncia al ser Amílcar Osorio, Darío Lemos, Alberto Escobar, Guillermo Trujillo, Humberto Navarro ‘Cachifo’, Jaime Espinel ‘Barquillo’, Rosa Girasol, Luis Darío González, José Rafael Arango, Norman Mejía, Mario Francisco Restrepo, Guillermo Bustamante, Alfredo Sánchez, Samuel Ceballos, Diego León Giraldo, Kat, Augusto Hoyos, ‘el nadaísta de Cartago’ Alberto Rodríguez, Elmo Valencia ‘El monje loco’, y los niños Luis Ernesto Valencia y María de las Estrellas. Se mantienen en la palestra, y estoy hablando de la vieja vanguardia porque ahora jóvenes hay por decenas, Jaime Jaramillo Escobar, Eduardo Escobar, Armado Romero, Jan Arb, Pedro Alcántara, Patricia Ariza, Dina Merlini, Dora Franco, Álvaro Barrios, Dukardo Hinestrosa, Rafael Vega Jácome, Álvaro Medina y el que lleva la cuenta.
Si bien cultivamos todos los géneros literarios, también es cierto que la irrupción de los pintores fue contundente y definitiva, sobre todo con tres monstruos cardinales que a partir de 1965 se tomaron con premios y exposiciones el panorama plástico nacional: Pedro Alcántara, Norman Mejía y Álvaro Barrios. Sobre este último Gonzalo Arango consignó una observación que vale para los otros: “El nadaísmo exigía ser expresado en ese lenguaje plástico aniquilante, que fuera equivalente de su rebelión literaria. Una estética de desafío, de agresión, de ignominia, de formas y significados violentos contra esa estética de jardinería burguesa que consiste en trasplantar la belleza de la raíz a la copa como si se tratara de la copulación decorativa entre una flor y su florero para producir el éxtasis de las almas y la eterna estupidez de la naturaleza”.
A partir del 65 tuvimos Galería de Arte en Cali, en los sótanos de la Librería Nacional, por cortesía de su dueño Jesús Ordóñez. Allí comenzaron los célebres Festivales de Vanguardia, que rivalizaban con los Festivales de Arte de Fanny Mickey. Los adelantados eran Pedro y Norman, que venían de Italia y de inmediato ganaron los premios del Salón Nacional, Granada, Augusto Rendón, Giangrandi, Góngora, Rayo. Barrios partió para Italia de donde regresó convertido en titán. Pero al margen de la rotunda y merecida figuración había otro núcleo de pintores del nadaísmo que preferían la no figuración, no solo en sus obras sino en la prensa. Fueron ellos, entre otros, Malmgren Restrepo, Enrique Calle ‘Kat’, Samuel Ceballos y su mujer Fanny Salazar, Mario Lafont, Jaime Rendón, Eduardo Escobar, y de manera aproximativa Fernando Maldonado y Filomeno Hernández. La pinacoteca del nadaísmo se fue enriqueciendo con los pintores amigos contemporáneos con quienes entablamos complicidades, comenzando por el propio Botero, que por haber sido condiscípulo de Gonzalo le perpetuó en por lo menos cuatro retratos.
Después de una muestra exitosa en la Galería La Cometa de Bogotá, ahora está en Cali una selección, con curaduría de Salvador Arbeláez. Se inaugura el próximo viernes 22 de febrero en la nueva Galería Casa Granada, que regenta Esteban Ortiz. Avenida 9 Norte No. 10N-31, a partir de las 7 p.m. Será la oportunidad del encuentro de la gente de aquella época con la juventud del presente. Tendré el gusto de presentarla. Entrada libre.