Hoy quiero comentar dos noticias, una buena y la otra mala. La buena es la decisión del Gobierno Nacional de apoyar la construcción de un tren de cercanías que una a Cali con Jamundí, con Yumbo y con Palmira. Una obra por la que unos cuantos partidarios del transporte férreo veníamos predicando en el desierto durante años.

Porque para nosotros eran y siguen siendo evidentes las ventajas de todo tipo, incluidas las medioambientales, que se derivan de estos enlaces ferroviarios. La mala noticia es que el proyecto de tren destinado a unir Buenaventura con Barranquilla se aplaza sine die. En su lugar se propone construir una línea férrea que una a Cupica, en el Chocó, con Puerto Antioquia, en mar Caribe.

Como todos recordamos, el presidente Petro defendió la primera alternativa durante su campaña electoral y repitió ese compromiso varias veces en el comienzo de su mandato.

Pero creo que le venció la inercia de nuestra burocracia, cuya cortedad de miras es legendaria y que se toman años y años de estudios de prefactibilidad, factibilidad, impacto ambiental, etcétera, antes de autorizar el inicio de unas obras, que al final resultan la montaña que parió un ratón. Cómo ocurre con el metro de Bogotá, que es posible que inaugure este año un primer trayecto de cuatro kilómetros (¡).

Ridículo. Me atrevo igualmente a sospechar que los políticos y empresarios paisas también tuvieron que ver con que el Gobierno Nacional se decantara por la alternativa Cupica - Puerto Antioquia. Es tal capacidad, depresión y es tal su duradero compromiso con la estrategia de consolidar a Medellín como el corazón económico y principal nudo de transportes del país, que no me extrañaría que hubieran impuesto su voluntad en los despachos ministeriales de la capital. Lo han hecho otras veces y lo han vuelto a hacer. No es esto, sin embargo, el único motivo de mi disconformidad con este proyecto de tren interoceánico.

Mucho más grave me parece el hecho de que su construcción supondrá el puntillazo final al ecosistema del litoral chocoano, ya suficientemente agraviado por la gran minería y la explotación maderera inmisericorde. La construcción de este ferrocarril y de un gran puerto, con todo lo que conlleva, incluida la llegada masiva de gente buscando trabajo, infringirá un daño irreparable a una región con una de las mayores biodiversidades del planeta.

El daño ecológico producido anula los beneficios medioambientales del tren.