Ante la situación del mundo actual que nos invade el presente por toda la geografía del planeta, llega ante nuestros ojos la imagen tan dolorosa de la madre escondida en un refugio con sus hijos, huyendo de los misiles, de la guerra, esperando que pare esta locura de la falta de asombro del espíritu humano, para dejar brotar la ternura, la piedad, la comprensión, el respeto por el otro, para abandonar su soberbia, orgullo y ambición, demostrando la incapacidad del amor y la arrogancia de la ambición.
Ahora pienso en el trabajo de Jesús, el maestro de Galilea, abriendo las ventanas de la mente de sus discípulos; que también vivían la paranoia de ser el número uno, buscando sentarse el uno a la derecha y el otro a la izquierda en ese Reino que no habían todavía entendido en qué consistía. Al igual hoy, vemos el deseo de tener ese puesto en el poder, sin entender para qué sirve o cómo se debe usar el poder.
Con gestos, Jesús rompe el silencio y les manifiesta las intenciones, el estilo de vida al cual los llama, nos llama. Criticó de una manera contundente el superficialismo de las relaciones sociales, políticas y aún económicas y declaró, al contrario de lo que pensaban, que aquel que deseara ser el mayor entre ellos, tendría que hacerse menor que los otros, tendría que aprender a servir.
La jerarquía propuesta por Cristo, era realmente una antijerarquía, una apología a la tolerancia, a la solidaridad, a las metas colectivas, a la cooperación, a la integración social. El principal, el que quiera ser el líder, es aquel que esta dispuesto a servir, el que más sirve, el que más respeta, honra, el que más se preocupa por los demás.
La propuesta de Jesús es el más audaz proyecto transcendental. Quiere, nos pide a quienes le escuchamos, le seguimos, que busquemos el liderazgo en el cual no pongamos a girar el mundo alrededor de nosotros, que se vacunen contra la competencia depredadora y contra las raíces del individualismo.
Líderes que sean ingenieros de ideas, que sepan trabajar en equipo, que expandan el arte de pensar y sean coherentes, fieles a su conciencia. Líderes que por encima de todo, se amen mutuamente, que tengan una emoción saturada de placer y vivan la vida con gran significado existencial. Que se asombren con existir y con la creación.
Al entregarnos el papa Francisco su nueva encíclica ‘Dilexit Nos’, nos hace pensar de nuevo en algo que hoy en día está muy devaluado: “tener corazón”; el corazón, y así como Saint Exupery nos lleva a valorarlo al máximo cuando nos dice que “Lo esencial es invisible a los ojos, solo se ve Bien con el corazón”, nos recuerda una época muy especial del pensamiento cristiano el siglo de Santo Tomás y San Buenaventura, en donde se discutía qué era primero: el conocimiento, o el amor.
El uno decía que primero hay que conocer para amar y el otro, primero hay que amar para conocer, por esto el papa Francisco nos dice desde el No: 11 y siguientes: “Si el corazón está devaluado, también se devalúa lo que significa hablar desde el corazón, actuar con corazón, madurar y cuidar el corazón. Cuando no se aprecia lo específico del corazón perdemos las respuestas que la sola inteligencia no puede dar, perdemos el encuentro con los demás, perdemos la poesía. Y nos perdemos la historia y nuestras historias, porque la verdadera aventura personal es la que se construye desde el corazón. Al final de la vida contará sólo eso”.
Solo si volvemos a darle importancia al encuentro personal, al encuentro de corazón entre las personas, encontraremos lo esencial, la verdad y con ello la unidad, que nos llevará a conocernos en lo más importante del ser y así, reconstruir nuestra fraternidad, nuestra Patria, para vivir en paz y libertad.