Una forma de apoyar el deporte y la actividad física es la de hacer conciencia en esta comunidad acerca de sus deberes y sus comportamientos con el resto de la comunidad en los momentos en que practican su deporte en el espacio público.
Por ello citaré hoy como ejemplo una experiencia que viví hace algunos días, la cual simboliza un poco cómo para algunos ciclistas su derecho sobre las vías está por encima de cualquier otro usuario. Lo que también se puede evidenciar cuando, por ejemplo, los vemos estacionados en los pasos-cebra o transitando por los andenes, sitios que deberían ser usados exclusivamente por los peatones quienes son los agentes más frágiles en la cadena: carros, motos, bicicletas, peatones y en consecuencia deberían ser a los que más se les protege.
Estaba saliendo de un edificio cuyo parqueadero está en un sótano y obviamente su pendiente hacia la calle, precedida por andén y cicloruta, hace compleja la acción, máxime si estamos en hora pico, como efectivamente pasó en mi experiencia que aquí les relato.
Como conductor tenía que tratar de divisar desde abajo si efectivamente pasaban peatones, pues el andén era la primera parte por la que pasaría justo al salir de la rampa. Luego debía calcular si venían bicicletas en un sentido o el otro en el área siguiente al andén, una ciclorruta bastante ancha. Y después debía tratar de calcular si alcanzaba a pasar hacia la calle debido a la cantidad de carros que iban y venían en ambos sentidos.
Una vez logro identificar el andén vacío me atrevo a llegar justo antes de la ciclorruta y veo a unos 25 metros a un ciclista con toda la indumentaria de rigor y cuyo cuerpo revelaba claramente a un disciplinado deportista quien venía hacia el espacio por donde yo iba a cruzar a muy baja velocidad. Avancé hacia la ciclorruta para poder entonces calcular mejor mi paso hacia la calle y después de unos segundos pude observar que podía seguir, pero mi demora de segundos hizo que el ciclista tuviera que bajar un poco más su marcha para permitir mi salida.
Mientras salía raudo, escuché la forma como el exigente ciclista ponía en duda mi educación y civismo, lo cual claramente es una afrenta que muchas veces deriva en problemas mayores.
Quiero subrayar el hecho de que el ciclista venía muy despacio, me alcanzó a ver a muchos metros de distancia, pudo evaluar la dificultad que estaba encontrando para poder pasar por andén y cicloruta con el fin de ganar la calle de los carros, y, sin embargo, siguió rodando para llegar muy cerca de mí y cuestionarme, en una actitud claramente camorrera y de una arrogancia suprema, como si él tuviera un derecho inalienable a usar la vía sin que apareciera nunca algún obstáculo temporal como el que yo representaba, al cual él podría permitirle su paso para así continuar con su recorrido.
¿Será esta una actitud que revela empatía por parte del ciclista, o algún grado de inteligencia vial que permita convivir pacíficamente a todos los actores involucrados en calles, andenes y ciclorutas?
Los ciclistas también deben propiciar la convivencia ciudadana.