Hasta hace poco tiempo se hablaba del centralismo, pero no se tomaba ninguna decisión. Ahora parece que ha adquirido fuerza el tema, ya que parte del territorio de nuestro país está gobernado por grupos al margen de la ley, y sus habitantes, ya sea por temor o conveniencia, lo aceptan. La autoridad legítima no existe en estas regiones. No solo me refiero a las fuerzas del orden, también aludo a la educación, la salud y a la carencia de medios de comunicación terrestres. Otro síntoma que ha influido para que el centralismo se convierta en un tema trascendente es la pérdida de confianza en el gobierno nacional y la importancia y el prestigio que han adquirido los alcaldes de las más importantes ciudades de Colombia.

El centralismo conduce a la concentración del poder político y económico. Por esta razón se creó Washington donde se prohíbe la incorporación de las empresas privadas, y los estados de la Unión Americana, casi sin excepción establecieron sus capitales en ciudades secundarias. En Nueva York es Albany y en la Florida, Tallahassee.

La concentración que se produce en Bogotá permite el contubernio entre el gobierno nacional y las empresas privadas. Es inevitable el amiguismo cuando se vive en la misma ciudad. Los encuentros entre las personas pertenecientes al gobierno y al sector privado son ineludibles. Además, existe la predisposición natural de favorecer a quien se conoce personalmente, con quien se departe en ocasiones.

Recientemente, me preguntaban por qué habían trasladados algunos laboratorios farmacéuticos de Cali a Bogotá. Como es natural, la autorización para fabricar las drogas requiere permisos del Invima y su sede principal está en Bogotá. En la capital se concentra una altísima proporción del sector financiero. Allí están las presidencias de los más importantes bancos y corporaciones financieras, así como también, los fondos de inversión.

Las agencias de publicidad importantes, sin excepción tienen como sede la capital de la república. Si investigamos los servicios requeridos por el gobierno o el sector privado la concentración en Bogotá es notable. Los ejemplos son numerosos. Las firmas de consultoría importantes, nacionales y extranjeras, se sitúan donde está la mayor demanda. Los bufetes de abogados de Bogotá cuentan con un número elevado de profesionales, existen algunos con varias decenas. En las ciudades más importantes de la provincia como Medellín y Cali, los más exitosos no llegan a una decena para poder sobrevivir económicamente. Sus negocios son de menor cuantía. Podríamos continuar enumerando casos. Todo se debe al contubernio entre el Estado y el sector privado, que con suerte puede ser causado por el amiguismo, pero en otras ocasiones se debe a casos de corrupción o nepotismo.

Casi todos los presidentes, con contadísimas excepciones, residen en Bogotá. Lo mismo ocurre con los ministros que eligen. No es extraño, todos los medios de difusión de cubrimiento nacional tienen sus cuarteles en la capital, y para lograr adquirir prestigio con amplio cubrimiento es indispensable permanecer en el lugar desde donde se difunde la información.

Los líderes de la provincia que aspiren a escalar cargos más importantes se ven obligados a cambiar de residencia. Los ejemplos abundan. Esta es otra consecuencia de la perversa concentración.