La gran mayoría de los bancos centrales de todo el mundo están subiendo sus tasas de interés para tratar (sin mucho éxito) de controlar la inflación. Hay excepciones notables como el Japón, que ha mantenido su tasa constante y negativa desde el 2016, y la China que la ha venido reduciendo desde la pandemia ¿El hecho de que la mayoría lo haga significa que es una política correcta?
Los países más agresivos en esta política son los ocho que la revista The Economist agrupó en lo que llamó la región de “Subilandia”, pues fueron los que más han subido sus tasas y lo empezaron a hacerlo más temprano. Estos son Brasil, Chile, Hungría, Nueva Zelanda, Noruega, Perú, Polonia y Corea del Sur. Hasta ahora su receta no ha funcionado.
Según la revista, “no hay evidencia de que su política haya sido recompensada con menos inflación”; más aún “los problemas de inflación en Subilandia están empeorando, los mayores costos de endeudamiento no están quebrando la inflación pero si están quebrando la economía. El PIB está decreciendo a una tasa anualizada de -1%, después de tener un crecimiento de 5% el año anterior”.
Los tres bancos más poderosos del mundo -de Estados Unidos, de la Comunidad Europea y de Inglaterra- empezaron el año con nuevos incrementos: 0,25% el primero y 0,5% los otros dos, llevando las tasas a niveles que no se veían desde antes de la gran crisis financiera de 2008, Pero también hay dudas sobre la eficacia de esta política y crecientes críticas por su impacto negativo sobre el crecimiento y el empleo.
Por ejemplo, el premio Nobel de Economía, J, Stiglitz quien fue muy aplaudido en el festival Hay de Cartagena, afirma que la subida de tasas no es la política adecuada para luchar contra la actual inflación. La razón, que en esta ocasión la subida de precios ha sido causado por los choques de oferta generado por la pandemia y por la invasión rusa a Ucrania, y no por presiones de demanda.
En estas circunstancias, dice Stiglitz, “subir intereses puede hacer más daño que bien, pues hace más costosa las inversiones que deben hacer las empresas para solucionar los problemas de oferta que dejó la pandemia”. Más aún, en mercados como el de vivienda, el de bienes de consumo y otros, “altas tasas de interés pueden inducir nuevos incrementos de precios, en la medida en que inducen a las empresas a reducir el valor futuro de perder consumidores frente a los beneficios de subir los precios”.
Frente a quienes argumentan que la subida de las tasas es necesaria para demostrar el compromiso de los bancos centrales de luchar contra la inflación, y así reducir la expectativas de inflación, el premio nobel argumenta con un curioso ejemplo; “Mi perro podría llegar a la misma conclusión cuando le ladra a los aviones que vuelan sobre nuestra casa. Él podría creer que ha asustado a los aviones y que si no ladrara tanto, aumentaría el riesgo de que esos aviones le cayeran encima”.
La conclusión de Stiglitz es que subir las tasas tiene más costos que beneficios. Sí pueden bajar la inflación, pero lo hacen frenando la demanda y generando recesión y desempleo. Su análisis y sus argumentos son para la economía de Estados Unidos. ¿Será que aplican también para Colombia? Habrá que discutirlo en otra columna.