Cuatro departamentos de la Orinoquía, Arauca, Casanare, Meta y Vichada, con un área de 254.00 Km2 representan el 22% del territorio nacional, en su gran mayoría explotadas de una manera poco eficiente. En efecto, el 40% de esta enorme extensión, área de unos 100.000 Km2, está dedicada a la ganadería extensiva que puede requerir hasta unas 15 Ha. para sostener una cabeza de ganado.

Por la posibilidad de utilizar esta tierra de manera más productiva en agricultura, ganadería intensiva, a la vez que el desarrollo de bosques, la Orinoquía es la gran posibilidad del país para incrementar de una manera significativa la producción de alimentos de manera que se logre la soberanía alimentaria y se produzcan excedentes para la exportación. Es una de las últimas fronteras para el desarrollo agrario del planeta.

El problema es que esto mismo se viene diciendo desde hace muchos años. En lo que va de este siglo se han producido cerca de 30 documentos oficiales con planes y programas para la Altillanura y la Orinoquía, además de más de 15 consultorías de universidades y centros de investigación, sin mayores resultados para el desarrollo de la región.
Así las cosas, puede llegar a repetirse algo similar a lo que se dice del Brasil: “La Orinoquía es la región del futuro y siempre lo será”.

Para que esto no suceda es necesario un nuevo enfoque en las políticas públicas, donde no solo se plantee un nuevo papel del Estado sino que se establezcan novedosas formas de colaboración con todo el sector privado: empresarios y campesinos, academia y emprendedores, porque sin el trabajo conjunto de todos estos actores no será posible el desarrollo de la región.

Es posible que ahora sí se pueda. Desde su discurso de posesión el presidente Petro planteó la realización de “una misión del Estado con todo el sector privado que quiera unirse, debe garantizar la plena alimentación sana de toda la sociedad colombiana y lograr excedentes de exportación”. El objetivo es lograr hambre cero en el país, para lo cual dijo, “necesitamos articular un modelo entre la gran corporación y la producción familiar campesina que respete la biodiversidad en la Altillanura”. El sector privado debe responder a esta invitación.

Un enfoque que puede permitir este nuevo relacionamiento es el concepto de ‘Misión Economía’ de la profesora Mariana Mazzucato, quien ya ha presentado en el país sus proyectos. De hecho la invitación del presidente Petro al sector privado es precisamente a que se realicen este tipo de misiones para objetivos específicos.

Las Misiones son objetivos concretos dentro de gran reto, que actúan como marcos y estímulos para la innovación. Deben establecer un conjunto de objetivos claros que solo pueden ser alcanzados mediante un portafolio de proyectos y políticas de apoyo:

El objetivo que se puede plantear para la Misión Orinoquía es convertir la región en el líder en la producción agropecuaria y la protección del medio ambiente, con inclusión social y modelos asociativos que fortalezcan la economía campesina y mejoren la calidad de vida de la población.

Un objetivo tan ambicioso requiere la participación de muchos sectores y entidades del gobierno y del sector privado y su éxito depende de la formulación y estructuración de proyectos bien definidos, a los que se deben asignar los recursos necesarios, definiendo los responsables de su ejecución con metas verificables. En una palabra, proyectos con buena gerencia.