Exordio. Votar siete veces sí, o si hay desacuerdo con alguna de las preguntas votar no en esa, pero de todas manera votar en la Consulta Anticorrupción de hoy.
Es nuestra oportunidad de que, sin importar el partido político, nuestra indignación ciudadana contra la corrupción pueda convertirse en acciones para controlarla.
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Son numerosas las preguntas que se han planteado sobre la propuesta del expresidente senador de hacer un aumento extraordinario y, por una sola vez, del salario mínimo.
¿Qué si es un contentillo para justificar la rebaja de impuestos a las empresas? ¿Qué si es una forma de compensar la propuesta de extender el IVA a todos los productos de la canasta básica? ¿Qué si es una forma de mermelada para el Congreso, pues se van a aumentar los salarios de los congresistas? ¿Qué si son todas las anteriores?
También se ha cuestionado la razón del cambio de modelo del expresidente, que ahora parece preocuparse por lo que ganan los trabajadores, cuando en sus dos periodos de gobierno recortó los ingresos laborales y propició un deterioro en la distribución del ingreso.
Un simple indicador así lo demuestra: entre el 2002 y el 2010 el salario mínimo solo creció 1 % anual por encima de la inflación, para un acumulado de 9 % en el periodo, mientras que el PIB per cápita real creció 25,8 %, es decir que el salario mínimo creció menos que la riqueza y el producto total de la economía.
Sin entrar en el juego de las hipótesis o las conjeturas, quiero analizar desde el punto de vista estrictamente económico los pros y contras de la propuesta en la coyuntura actual, para lo cual conviene recordar cuál es el papel que juegan los salarios en el engranaje de la economía.
Para cada empresa por separado los salarios tienen un doble impacto: de una parte son el precio del trabajo empleado en la producción y, por lo tanto, un factor que incide en los costos de manera que cuando se aumentan, o disminuyen las utilidades de los empresarios o se trasladan a los precios del consumidor. En la pugna distributiva los empresarios suelen ser reacios a las alzas salariales y más cuando son extraordinarias como la que se propone ahora.
Por el otro lado, para el conjunto de las empresas los salarios son los determinantes de la capacidad adquisitiva de la gran mayoría de los consumidores nacionales y, por lo tanto, de la cantidad de productos que puedan vender en el mercado interno. Desde esta perspectiva, se justificaría el aumento extraordinario, pues serviría para estimular la demanda interna y por consiguiente las ventas y la producción.
Sin embargo la propuesta del expresidente tiene una condición que impide que opere este mecanismo de impulso al crecimiento del PIB, pues plantea que el aumento del salario debe depositarse en los fondos de cesantías, es decir es un ahorro forzoso para los trabajadores. Así, la economía se queda con el pecado de los mayores costos de producción y sin el género de la reactivación económica.
El otro aspecto negativo de la propuesta es que no modifica la conexión que tiene el salario mínimo con una gran cantidad de partidas del gasto público, como tarifas, multas, pensiones y los demás salarios del sector público. Esta indexación presiona el déficit fiscal y la inflación que se acabará comiendo el alza en los salarios.