En la concepción binaria del pensamiento que imaginan los autodeclarados defensores de los pobres, quien no comulga con sus ideas, es ultraderecha, facho o nazi. La obsesión de ubicar todos los modelos de organización social en el estrecho rango de derecha e izquierda mantiene a la humanidad en una perniciosa confusión. Porque la realidad es que el facismo o nazismo (nacionalsocialismo) y el comunismo (socialismo del Siglo XXI) tienen muchos más parecidos que diferencias.
En ambos hay un proyecto colectivo, nación o clase, que se impone a los intereses individuales. En ambos, el Estado es el concentrador de todos los poderes que dirigen la sociedad por la senda ‘correcta’. Montan remedos de elecciones con las que se perpetúan en el poder con el ‘apoyo masivo del pueblo’. Imponen con violencia el proyecto estatista y eliminan el disenso con cárcel, exilio o muerte para sus oponentes. Acaban la prensa libre y se inventan un centro único de estadística e información central que procesa la verdad. La literatura, música, pintura, teatro y demás manifestaciones artísticas se orientan al refuerzo del dogma establecido.
La propiedad privada y las empresas se toleran solo si contribuyen al enriquecimiento de la rosca. Las necesidades del ‘pueblo’ son dilucidadas por un iluminado, llamado Stalin, Mao, Hitler, Mussolini, Kim, Fidel, Chavez, Petro etc. Siempre habrá escrito un librito en la cárcel, o al salir de ella, que se convierte en guía espiritual de los vasallos, quienes deben recitar con devoción, los preceptos de odio, envidia y resentimiento.
El liberalismo, por el contrario, se basa en el respeto del proyecto individual, el premio al esfuerzo, la competencia y la cooperación para servir cada vez mejor a la sociedad, en un ambiente de tolerancia y crítica permanente, evaluación de resultados y ajustes con elecciones honestas.
Así que calificar al libertario Milei de facho es una simplona contradicción. Podrá criticarse el anarcocapitalismo que busca reducir el estado al mínimo generando abusos de los poderosos y que le deja la solución de todo a la iniciativa privada. Pero llamar a un libertario ‘facho’ es desconocer que es el liberalismo y todos sus logros y pretender olvidar las tragedias del comunismo.
Podrán deformar la historia y maquillar la ideología, pero eventualmente la verdad los muerde.