Las marchas de este domingo bien demuestran que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Fueron una demostración ciudadana con un solo líder visible: los ciudadanos de Cali, Bogotá, Medellín, Bucaramanga, los de todas las capitales de departamento de Colombia. La mayoría de los colombianos.

La grandeza de esta marcha radica en que fue la gente la que en medio de un hartazgo que crece y crece dejó la desidia y salió a las calles pacíficamente a protestar por la incoherente manera como se está aplicando la política pública en los más diversos sectores del país, de la impopular -y eso que está gobernado la izquierda- forma como se deciden y ejecutan las políticas en este gobierno.

Y el enorme problema -así lo nieguen una y otra vez- que es de fondo, pero también de forma. Nadie duda, por ejemplo, que el sistema de salud merece reformas importantes y debe prestar un mejor servicio a poblaciones marginadas. Pero tampoco se puede poner en duda que, hasta la llegada de este gobierno, y más bien que mal, el servicio de salud venía cubriendo adecuadamente a la población, a toda la población, y que el mismo abarcaba a la gran mayoría de compatriotas. Pero como no se pudo transformar a las buenas, porque serios errores sí que tenía la reforma, lo intervienen a las patadas.

El noventa por ciento de los líderes ejecutores de la política pública de este gobierno ni oyen, ni miran, ni ven. Improvisan y cada día generan más incertidumbre. Acá hay que intervenir y acabar lo que funcione, parece el mandato. Y el que se oponga se va, como se han ido del DNP, de los de los Ministerios y de importantes superintendencias, por nombrar algunos. Miremos la nefasta política de vivienda, la de hidrocarburos, la energética…

La gente se manifestó, ¡y de qué forma! No incendiamos una estación de trasporte público ni vandalizamos comercios o tiendas de barrio. Ya que en unos de los poderes del Estado parecen no tenernos en cuenta, salimos a decirle a la Corte y al Congreso de la República que nos escuchen, oigan y vean porque en sus manos, y en nuestras marchas que hasta ahora comienzan, está la única forma de parar este gobierno ciego, sordo y tartamudo. Y más allá de las marchas, debemos comenzar a usar otras herramientas pacíficas y de mayor alcance como, por ejemplo, los cacerolazos nocturnos o las silbatinas en estadios y conciertos. Es nuestra voz, debe ser nuestra bandera permanente.

Este domingo, reitero, no seguimos un líder político porque nos convocó la saturación, el cansancio de ver cómo destruyen sin ton ni son lo que funciona. Nos convocó y esto es para todos los hombres de la patria, el hastío en el que nos tiene la polarización del país de los que gobiernan y de los que quieren gobernar. Salimos y continuaremos saliendo porque queremos hoy más que nunca que nos oigan, miren y vean.