Difícil, muy difícil no dejarse arrastrar por este remolino turbulento que quiere acabar de un tajo todo vestigio de tranquilidad emocional. Que si la posesión de Trump, que si el volcán destruirá Popayán, que si la famosa Paz Total se volvió trizas...

Que si Groenlandia será vendida y quedará totalmente deshabitada porque ya tiene la tasa más alta de suicidios en el mundo, y los nativos no se irán y prefieren extinguirse. Que si los panameños van a perder el Canal. Que si Putin promete ‘portarse bien’ porque le teme a Trump que es todavía más irracional.

Aceptar que el único dios es el dinero y punto. El odio, el común denominador. La corrupción, base de todos los silogismos y no un sofisma de distracción. La brújula de los valores éticos desapareció. Lo que no factura no interesa.

Difícil… Recurro a esa oración universal. Pido Serenidad para aceptar aquello que no puedo cambiar. Valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia.

Esa oración, o reflexión, o meditación, como quiera llamársele, encierra todo un compendio de vida. Aprender que lo único que puedo cambiar es mi actitud y mi comportamiento ante los sucesos. El instinto y mis emociones impredecibles me llevan a juzgar, criticar, condenar, pontificar, ser portavoz de catástrofes, señalar con el dedo a ‘los buenos y a los malos’, darle cuerda a viejos resentimientos para sentarme en el inodoro de la autocompasión, jugar a la víctima, o jugar a ser juez y poseer la verdad absoluta. Si me cuesta aceptar con humildad que lo único que puedo cambiar está en mis manos. Soy yo.

Que de mí depende la pataleta o la aceptación. Escoger mis pensamientos para escoger mis emociones. Sentirme bien o sentirme mal. Reírme o ladrar.

El mejor ejemplo es el de la lluvia. Un domingo cae a torrentes… el que iba a jugar golf, maldice y se arruina el día, el campesino llora de alegría porque se salvo su cosecha. El fenómeno o suceso es el mismo: la lluvia, punto.

No se trata de ser indiferente, se trata de que si yo cambio, eso influye en los que me rodean. Somos como las piedritas que tiramos a un lago, saltan y van haciendo ondas y ondas. Recuerdo las palabras de un terapista: La mente es como un molino, si le vierto agua limpia, sale agua limpia, si le aviento lodo, sale lodo.

Por eso creo que los Doce Pasos o sugerencias de Alcohólicos Anónimos son un Programa de vida, así, con mayúscula. Si cada día me comprometo a ser honesta, rendir algún servicio, meditar un poco, agradecer, disculparme si la embarro, hacer un inventario personal antes de dormir para evaluar mi comportamiento. Simplemente por el día se va convirtiendo en un hábito y se empieza a vivir mejor sin darle cuerda a esos demonios interiores que siempre están al acecho esperando que se les alimenten.

Es un Programa diseñado por unos filósofos de Oxford, Jung también participó para que la gente del común pudiera vivir mejor, su calidad emocional, sus relaciones interpersonales, su actitud A.A. lo llevó para los Adictos y resultó operando milagros. Los he visto, pero estas sugerencias son para todas las personas, es un programa universal, no hay necesidad de haber vivido el infierno del alcohol o las drogas para practicarlo. No se trata de una receta médica, es una invitación a vivir mejor a pesar de las circunstancias dolorosas y adversas que sucedan a nuestro alrededor.

Me ayuda en estos tiempos turbios y difíciles, como dije al comienzo. No me deja perder la esperanza de un mundo más amable, más compasivo, más equitativo. Al nacer nos regalaron un planeta lleno de atardeceres, mañanas, de sol, árboles, frutas, animales, vientos, ríos y mares. No desperdiciemos este regalo de la vida, este instante en el cosmos. Si podemos cambiar, si cambiamos de actitud…

El odio genera más odio, la sangre genera sed de venganza y más sangre, los monstruos interiores se agigantan si los consentimos. También somos responsables, no simples espectadores, de esto sí estoy segura