La serie de Netflix basada en ‘Cien Años de Soledad’ logró su adaptación en ese formato, algo que parecía imposible dada la dimensión y magia de una narrativa mítica y realista a la vez. Extrajo con maestría el hilo de la trama desde la fundación de Macondo y la memoria en la saga de la familia Buendía, condenada al amor, la violencia y la soledad.
Aunque la emoción e imágenes que suscita en el lector una obra, es única y diferente a la de un medio audiovisual, la serie de dicha producción colombiana tiene la virtud de acercarla al público. Aún más, provoca la relectura de sus pasajes y despierta el interés en potenciales lectores al ver en ella episodios que recuerdan la historia nacional, al encuentro con un pueblo próspero que en algún punto se pierde y comienza a dar vueltas en círculo, sin hallar la salida.
Como por arte de alquimia, la serie mantiene el espíritu de la novela y del río de la vida que es ella, con sus relaciones románticas, familiares y conflictivas. Mauricio Babilonia, ícono del mundo macondiano por su nube de mariposas amarillas a su alrededor, es el narrador en la serie, una voz que complementa lo que sucede en la historia y la belleza poética del relato.
Macondo es el cauce de las pasiones, supersticiones, hechos sobrenaturales, de la peste del insomnio, del olvido, el centralismo, el despojo de tierras, el autoritarismo y los hitos de la violencia en el país: la Guerra de los Mil Días, la matanza de las bananeras, las rebeliones, las luchas partidistas. La intromisión del gobierno en la vida del pueblo, libre hasta entonces, y las elecciones por primera vez, fue la chispa de la insurrección, donde matar a funcionarios y sus familias era la consigna para erradicar de raíz al otro partido.
Las imágenes de las calles de Macondo y el asalto casa a casa, el fusilamiento y crímenes que harían surgir por reacción al coronel Aureliano Buendía, trae a la memoria la tragedia de Cali en 1876, un 24 de diciembre. Ese día, el jefe radical general David Peña retoma la ciudad con un gran número de milicianos y gente del común, fusilan a los conservadores que les hacían frente y asaltan las casas de familia para saquearlas y asesinar personas que nada tenían que ver.
Hoy en día, en el Catatumbo y otras regiones, se repite la violencia sobre civiles inocentes en sus hogares. Grupos narcotraficantes dominan territorios por la fuerza de las armas y la permisividad a cuenta de que fueron guerrillas. Mutaron en matarifes, capaces de acribillar, junto con su esposa y su hijo de nueve meses, al hombre que recogía los cadáveres. El ELN asalta las fincas con lista en mano, busca extinguir a los otros: decenas de muertos, más de 40.000 desplazados, el mayor en muchos años en un solo suceso, y miles en confinamiento forzado.
Se dice que el tiempo es circular cuando los eventos interconectados se repiten sin fin y el pasado se interpone, como un sino trágico. Es el tiempo de Macondo que nos circunda como un torbellino amenazante con cada violencia, impotentes para conocer el destino final.
Necesita el país y la humanidad encontrar las claves en los manuscritos del gitano Melquiades, para develar si nuestra historia ya está escrita sin remedio, o si podremos reescribirla y liberarnos del tiempo macondiano con nuevos sucesos de progreso y justicia, donde los espíritus violentos sean los únicos condenados a cien años de soledad.