Hay cosas muy serias en el comportamiento del presidente Petro. A la notificación que le hiciera el presidente Trump, el domingo 26 de enero, sobre la deportación de unos colombianos en vuelos directos de la aviación americana, el señor Petro aceptó. O sea que, bajo palabra de dos presidentes, el procedimiento estaba notificado y aceptado.

Unas horas pasaron y Petro, en su cuenta X, dijo eufórico que a los deportados los recibiría con flores. Pero más allá de las tres de la mañana, el mismo Petro, en mensaje directo, notificó al propio presidente Trump que no dejaría aterrizar a sus aviones, agregando críticas y ofensas.

Era sabido que Petro es desafiante y agresivo en el uso del lenguaje y sobre todo de su política, que él llama “progresista”, aunque en realidad es marxista-leninista practicante del odio de clases. Ha tratado de revivir el esclavismo, que en Colombia eliminó el presidente liberal Pedro Alcántara Herrán -ley 2ª de 1851-. Y es conocido además que Petro es el narciso fulgente, que suelta cincuenta discursos anodinos y veintijulieros a la semana.

Surge una pregunta: ¿qué estuvo haciendo durante esas horas de la madrugada? Por supuesto, ya estamos acostumbrados. Lo hemos visto dirigir la palabra borracho y drogado, tal como lo informó Benedetti en la famosa charla con Laura Sarabia, que le valió -en el chantaje-, el nombramiento como embajador ante la FAO y posteriormente una consejería presidencial, pasando por alto el escándalo de golpear a su mujer y quemarle los vestidos en España. Hay allí un chantaje permanente, que Benedetti gana. Y el Presidente le otorga lo que quiera, cosa que significa que aún hay situaciones ocultas graves que solo conoce Benedetti y puede denunciar.

Claro que al Presidente, lo hemos visto echar discursos “cayéndose de borracho” y mezclado con los pases mágicos del vicio. Él busca y le gusta la pelea, porque es un narciso que se ama así mismo. Y porque se siente elocuente y dueño de la palabra. Por supuesto, no ama a nadie, aunque es caprichoso de amores. Así lo ha hecho con Laura Sarabia, a la que eleva a la cabeza de la diplomacia, sin ella conocer el derecho internacional ni las costumbres y tratos entre estados. “El trastorno de personalidad narcisista (TPN) -una visión creada por la IA según Youtube-, se caracteriza por un patrón de comportamiento y pensamiento egocéntrico y arrogante. Las personas con TPN suelen tener un sentimiento de superioridad, necesidad de admiración y falta de empatía”. Bueno, Petro es eso. Quería a todo costo sobresalir y ser famoso, y anda ostentando su socialismo, pegado a los chinos y rusos y a los terroristas de Hamás.

“No le tengo miedo”, le dice desafiante a Trump. Y le agrega: “Usted me puede mandar a matar... aunque es posible que un día nos tomemos un trago...” La pelea del gigante y el enano. Y cuando el gigante anuncia un alza del arancel para Colombia de un cincuenta por ciento y está dispuesto a todo en una guerra que no merecemos, Petro ve un aliciente para su campaña, que siempre ha mantenido con recursos públicos, porque no ha dejado de ser candidato.

Afortunadamente, en esa noche fatal, la propia Sarabia, desde San Carlos, se mueve y contacta a personas importantes como el expresidente Álvaro Uribe, quien a su llamado, maneja algunos contactos y ayuda a enderezar las cosas, aunque discreto y sin ansias de figuración. Labores que con éxito emprenden igualmente el canciller Murillo y el embajador García Peña, quienes le quitan la palabra a Petro, obnubilado por su propio narcisismo, y retiran suplicantes lo que este le ha dicho a Trump, quien finalmente también hace a un lado sus macabras amenazas.

Así nos salvamos por hoy. Pero mañana seguirá el peligro de la lengua incendiaria; y vendrá la descertificación y perderemos auxilios muy importantes, que al egoísta, nada importan, porque cree que él está creciendo a la altura de un Goliat americano. Aunque realmente solo consolida la pelea del gigante y el enano.