Fredy Balanta no se desanima. Sigue haciendo lo que aprendió a hacer desde hace más de 40 años y gracias a ello, tiene un hogar con su esposa y sus tres hijos, dos de ellas ya profesionales.

Orgullosamente negro, con una cara simpática y una actitud positiva, arranca a trabajar desde las seis de la mañana en la Kuty de la avenida sexta y luego se ubica en ‘club de los ricos’. En ambos lugares tiene una clientela a la que le da brillo todos los días.

Ya caída la tarde, se va para su casa contando los billeticos que se ha ganado con el sudor de sus manos, billeticos que cada vez son menos. Sin embargo, no da brazo a torcer a pesar de que su actividad se ha disminuido en más de un 50%.

Con su sonrisa morena se limita a decir que son cosas de la vida, que no dejará su actividad y que morirá al lado de su inseparable compañera que ha sido su socia en este trajín y que así se estén acabando sus colegas y cada vez los utilicen menos y así se quede solo, no bajará la guardia por nada del mundo.

Fredy es embolador. O lustra botas. O embellecedor de calzado y en su caja carga distintos cepillos, betunes, dulce abrigos, aguas y menjurjes para cada color de zapatos.

¡Ah! y un calzador largote para que sus clientes no tengan que agacharse cuando se descalzan mientras el brilla los Florsheim, los Gucci, los Ferragamo, los Nebuloni, los Guido, los Crurch’s, los Americano, los Corona y los Gambinelly, entre otras marcas que le son bastante familiares.

El problema es que la moda de los tenis y demás zapatos de lona, desplazaron a los zapatos de material o de cuero y ya no hay demanda. Por ello es que los otrora emboladores se han desplazado a otros menesteres y no hay jóvenes dedicados a tan noble oficio que algunos consideran degradante.

Y el mal ejemplo lo comenzaron a dar las mujeres que se pasaron a lo que en mis tiempos llamábamos zapatos de caucho y ahora los producen Carolina Herrera, Prada y otras muchas marcas a precios estrafalarios.

Y si bien son cómodos y multiservicios -no los cambio por unos tacones levanta nalgas- ya hasta los ‘lucen’ con vestidos largos y con trajes de novia y los varones -copietas que son- se los ponen con elegantes vestidos raya de tiza y hasta con smoking. Qué horror.

Pensar que antes se utilizaba la expresión ‘quedar como un tenis’ para significar quedar mal o fuera de lugar y ahora es el último grito - ¿o aullido? - de la moda.

Así y todo, Fredy Balanta, uno de los cada vez más pocos emboladores que quedan, seguirá dando lustre, con su caja y su fe inquebrantable en que jamás le faltará trabajo y un pan para llevar todos los días al calor de su hogar…

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