Un grupo de ciudadanos acaba de unirse para intentar salvar a los Farallones de Cali. En el movimiento participan organizaciones ambientalistas como Maestros del Agua, el Comité Ambiental de la Unicatólica, Resiliencia Juvenil, Ser Montaña, la Alianza por los Ríos e incluso Viernes por el Futuro, la organización internacional estudiantil que reclama acciones contra el calentamiento global y el cambio climático, y de la que hace parte la activista sueca Greta Thunberg.

Hasta el momento han recolectado casi 8.000 firmas (si usted quiere firmar puede ingresar a www.change.org) para exigir un Plan de Protección Integral para el Río Cali y su ‘cuna’, Los Farallones. “Salvar Los Farallones es el problema más importante de Cali y el Valle del Cauca hoy en día. Por la contaminación, está en riesgo el suministro de agua”, dice Hernándo Diez, fundador de Maestros del Agua, una iniciativa de educación ambiental.

En el Parque Nacional Natural Los Farallones, el área protegida más grande del Valle, nacen seis de los ríos que surten a Cali. También es el hábitat del oso de anteojos y es zona de páramo. El problema es que la minería de oro, en la parte más alta de la cuenca, justo donde nace el río Cali, continúa pese a que hay órdenes judiciales para cerrar los socavones. Se calcula que 700 hectáreas de bosque ya fueron taladas y hay contaminación con mercurio por vertimientos mineros y residuos sólidos.

Investigaciones tanto de la CVC como de Karen Viviana Vivas Bedoya, quien estudió Manejo y Conservación de Suelos y Aguas en la Universidad del Valle e hizo una maestría en Ciencias Ambientales en la Universidad de Buenos Aires, demostraron la presencia de mercurio en los sedimentos del río Cali; es decir, en el fondo.

Es su investigación, Karen encontró que en 20 de los 21 puntos del río Cali donde obtuvo muestras de los sedimentos, los niveles de mercurio superan los límites de las normativas internacionales. Comparó los hallazgos de su investigación con las normativas de países como Brasil, Canadá, Australia y Estados Unidos, porque Colombia aún no establece límites permisibles para mercurio en sedimentos.

La CVC también ha hecho monitoreos del agua del río, y por fortuna no se ha encontrado mercurio. Una cosa es el mercurio en el agua y otra en el sedimento. El problema, dice la Procuraduría para Asuntos Ambientales, es que si hay mercurio en los sedimentos lo más probable es que termine contaminando el agua. Tal vez eso no afecte a Cali, porque el líquido llega tratado a la ciudad, (aunque deben hacerse otros estudios para comprobarlo) pero sí a la población que vive en la zona alta de los Farallones.

El mercurio, incluso en bajas concentraciones, tiene efectos perjudiciales en los animales y en los seres humanos. Ataca el sistema nervioso central y puede producir malformaciones genéticas, disfunción motora y cognitiva.

Con otro problema: en las zonas mineras de los Farallones, el mercurio está biodisponible. Eso quiere decir que está al alcance de cualquier animal o persona que se encuentre en el río Cali, por lo que se podrían contaminar. Y es una sustancia “biomagnificable a través de la cadena trófica”. Eso quiere decir que si un pez está en contacto con ese mercurio, y a su vez a ese pez se lo come otro, y otro, todos se contaminan, hasta que, posiblemente, la contaminación llegue a los seres humanos.

Por todo ello es que las organizaciones ambientalistas se han unido para recolectar las firmas y exigir un Plan de Protección Integral para los Farallones. Todos los días, calculan, 100 mineros ejercen la minería ilegal en la zona, entre los mineros tradicionales y los grupos al margen de la ley que están tras el negocio del oro, cuyo precio lo hace incluso más rentable que los cultivos de uso ilícito.

La Procuraduría para Asuntos Ambientales asegura que las autoridades locales han hecho esfuerzos para controlar el problema, pero no son suficientes. Es de tal magnitud la minería ilegal en los Farallones, que se requiere de la intervención del Ministerio de Defensa, de Ambiente, para cerrar de manera definitiva las minas y garantizar que no se vuelva a contaminar con mercurio el parque. Y para lograrlo, la firma de los caleños es imprescindible.