Se trata de esos estados afectivos del ánimo como la alegría, el amor, la tristeza, el miedo o la rabia. Sin embargo, mientras una buena casa estimula los dos primeros, disminuye el tercero y minimiza los dos últimos, una casa mala profundiza los tres últimos y, aunque no impide los dos primeros, no contribuye a ellos; o sea que son cinco buenas razones para preferir una buena casa, pero que lo sea de verdad y no que apenas lo parezca por su tamaño y costo. En otras palabras, son cinco razones para definir una buena casa, además de su seguridad, funcionalidad y confort.

La alegría, ese sentimiento de placer producido normalmente por un suceso favorable que suele manifestarse con un buen estado de ánimo, la satisfacción y la tendencia a la risa o la sonrisa. Tal como sucede al recorrer una buena casa, permanecer en sus diversos espacios o mirar afuera a sus diferentes vistas, ya sea a la ciudad o a cercanos paisajes naturales, lo que contribuye a que sus ocupantes propendan con frecuencia al buen humor, a mostrarse alegres y complacientes, tal como sucede recurrentemente en ese grato y largo Viaje a Portugal, 2022, de José Saramago.

El amor, ese sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona, de intensa atracción emocional y sexual, con la que se desea compartir una vida en común; o amor a una cosa a la que se le desea todo lo bueno. Y las historias de amor suelen ocurrir en bellas casas, como es el caso de María, 1867, de Jorge Isaacs, en la casa de la Sierra de la hacienda El Paraíso, o en la casa de la hacienda El Peñón, la que estaba a las afueras de la pequeña villa que era Cali a mediados del XIX, propiedad de su padre, y en la que se dice que el escritor compuso los últimos capítulos de su novela.

La tristeza es esa sensación de decaimiento o infelicidad en respuesta a una aflicción, desánimo o desilusión, y que si es continua podría terminar en depresión. Es precisamente lo que suele producir inconscientemente una mala casa debido a su poca sustancia, valor, o importancia; o a veces incluso solo con verla. Se trata de esa condición humana a la que Volver la vista atrás, 2021, de Juan Gabriel Vásquez, lleva a pensar a fondo: lo que va del odio al amor, de la alegría a la tristeza, de la tranquilidad al miedo… y lo que diferencia una casa buena de una mala.

El miedo es esa sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro imaginario o real, que impulsa a creer que ocurrirá algo malo. Como ocurre con un temblor fuerte que resuena en una casa mal construida. Pero el miedo, una de las emociones primarias del ser humano, ha sido poco estudiado, como afirman Tiziana Cotrufo y Jesús Mariano Ureña en El cerebro y las emociones, 2018, lo que preocupa con respecto a la arquitectura pues lo que la diferencia de la simple construcción es que emociona con muchas sorpresas que llevan a la alegría y no al miedo.

La rabia, es ese estado emocional que moviliza para responder a una situación percibida como una amenaza, injusticia o agravio. Y lo que suele dar rabia a los habitantes de una mala casa son sus diversos problemas, más no sus falencias en términos de seguridad, funcionalidad y confort, los que se minimizan cuando una buena casa emociona; sin embargo, como lo dice Lewis Mumford en alguno de sus libros, un edificio simplemente por su tamaño no puede evitar emocionar, pero el problema es que las casas, aún las más grandes, suelen ser pequeñas, y los palacios son otra cosa.